Raúl Flores Martínez.
En Tlaxcala sucede un fenómeno que está demasiado arraigado y debe comenzar a cambiar, la violencia obstétrica que se genera durante los partos de las mujeres en la entidad.
Al escribir estas líneas recuerdo la entrevista que le realicé a Edith Méndez Ahuactzin, directora del Colectivo Mujer y Utopía, quien me asegura que tanto médicos como enfermeras violentan a las mujeres que están dando a luz en los diversos hospitales públicos y privados del estado.
“Puja, no grites, no gritabas así cuando te la metían, aguántate porque los besos no te dolían”; violencia silenciosa que se tiene como una costumbre en los nosocomios, violencia que hasta el momento no ha desencadenado algunas denuncias.
Este día aquí en Tlaxcala se presenta el Diagnóstico de Feminicidios que en los últimos 11 años se ha incrementado de 3 a 28 casos feminicidios en distintos municipios de Tlaxcala.
Un Diagnóstico que demuestra la incapacidad del gobierno del Estado que en sus 400 páginas de su Plan Desarrollo, no tiene ninguna estrategia o programa social para evitar la violencia de género que desencadena a un feminicidio.
Aquí en Tlaxcala son muy pocas las organizaciones sociales, dedicadas a defender a las mujeres, son muy pocas las que luchan por otras mujeres para darles la libertad y dignidad que les han quitado.
Sería bueno que todos los colectivos y mujeres que han marchado en las calles de la Ciudad de México, se dieran una vuelta en Tlaxcala para apoyar a las mujeres que siguen sufriendo ese mal llamado machismo en todos los aspectos, principalmente el institucional.
Violencia al grado que les exigen u obligan a tener un método anticonceptivo para evitar tener “tanto chamaco mugroso”; violencia que debe ser detenida para sacarla de los usos y costumbres de los funcionarios de los distintos gobiernos.
Es momento de exigir en los estados y municipios, la violencia va más allá de la Ciudad de México o principales ciudades del país.