Carlos J. Pérez García.

Son días, estos, de que las mujeres marchan y exigen, de que muestran que son imprescindibles. Prefiero entonces que, con su sensibilidad característica, alguna de ellas se exprese hoy en este espacio:

“Los tiempos pueden traer el detonante de un compromiso de la mayoría de las mujeres por mejorar nuestra vida, y la de quienes nos rodean.

No estamos aquí por casualidad, sino porque tenemos que caminar con la frente en alto como lo han hecho millones a lo largo de siglos. Les hablo a las mujeres, sin menospreciar el papel que juegan los hombres.

Desechemos ciertas diferencias y unámonos desde lo más profundo sin importar raza, ideología, gustos o circunstancias. Están a nuestro alcance los linderos para gritar con fuerza que todo ser humano merece respeto. Hay una gran deuda y se nos olvida que nosotras engendramos vida y estamos obligadas a encaminarla, hacerla fuerte, respetable, lúcida, productiva, sensible, amorosa y tolerante a las diferencias con los demás. No se trata de decir ‘amor y paz’, se trata de sentarnos y hablar en serio de educación, salud, tolerancia y desarrollo, pero más que nada de tomarnos de la mano sin que la cadena se rompa.

Se nos olvida que en nuestras manos están los cimientos de la humanidad. Hemos dejado a otros la tarea y debemos recordar que todos venimos del mismo origen, que nuestros ancestros vivieron y murieron en esta casa común, la de todos y no sólo de unos cuantos.

¿A qué le tenemos miedo? A lo largo de la historia ha habido muchos casos que resultan un buen ejemplo de que, gracias a personas desconocidas, existen otras que han salido adelante. ¿Cuántas mujeres solas, golpeadas, vejadas y sin sustento han sacado adelante a sus familias? Son mujeres fuertes, más que muchos hombres, y al perder el miedo sale a flote su fuerza de voluntad, pero sobre todo el respeto por una misma.

Esas mujeres han encontrado fuerza en el respeto que se tienen y que transmiten a sus hijos e hijas. Resguardan su entorno, su familia y su espacio. Entienden el significado de respetar y, a partir de las diferencias, buscan crecer.

¿Cuándo vamos a hacer un frente común para decirle a esta sociedad que no nos gusta la forma en que ha manipulado todo, que requerimos respeto y calidad de vida?

¿Qué más tiene que suceder para darnos cuenta de que el sufrimiento de uno viene a ser el sufrimiento de todos, que en el momento que lastimas y matas, estás lastimando lo más profundo de tu ser? Nadie debe olvidar el daño que ha hecho, ni las mentiras que ha dicho o las omisiones en que ha caído, y hasta el silencio nos recuerda lo que hicimos. Somos iguales y diferentes, con mucho qué hacer… lo principal: respetar, resguardar y manejar las diferencias.

Necesitamos quitarnos las ideas erróneas que nos manipulan. Debemos dejar la indumentaria que esta sociedad consumista nos ha ido imponiendo a lo largo de años. Tenemos que buscar que todo lo que se ha creado nos sirva y proteja, ya que ese siempre fue el propósito.

Como mujeres deberemos encontrar la forma de apoyarnos y reestructurar nuestras vidas. Tenemos que replantear nuestro entorno con derechos y obligaciones. No empezaremos de cero pues sabemos bien qué es lo que no ha funcionado, y lo recorrido nos señala que hay mucho que cambiar. La clave es saber cuándo avanzamos en nuestro tarea individual y colectiva, no cuándo se termina porque eso nunca sucede.

Que esto no se quede en un par de días, sino que sea el inicio de una agenda real de actividades. Hay tantas mujeres capaces y fuertes, para ayudarnos a salir adelante. Invito a todas desde sus diferentes áreas a formar un frente común muy unido. A mujeres del campo, a científicas, abogadas, dentistas, maestras, doctoras, capacitadoras, amas de casa, enfermeras, doctoras, estudiantes, trabajadoras domésticas, empresarias, artistas (pintoras, cantantes, bailarinas, ceramistas, actrices), empleadas, profesionistas, periodistas, taxistas, obreras, recamareras, recolectoras, prostitutas, lavanderas, ingenieras, todas las que quieran hacer un contrapeso a las malas decisiones de los gobiernos.

Si el que manda es el pueblo y la mujer es la fuerza que genera vida, hagamos que realmente las decisiones en nuestro país pasen por una revisión. No se vale que una sola persona y sus legisladores decidan en donde hay millones de voces y formas de ver el mundo. Necesitamos mujeres de todos los estados que se vuelvan ese contrapeso para las decisiones arbitrarias que están tomando los gobiernos, y todo deberá pasar por esos grupos del pueblo que manda. ¿No es así?

Hemos comprobado que, antes y ahora, grupos de hombres y mujeres en el poder no han funcionado ni van a funcionar. Impugnemos estas mafias de hoy y de siempre, por nuestros hijos e hijas.

A todas las mujeres que sabemos trabajar y ser respetuosas, que no tenemos un cargo político ni formamos parte del gobierno, las invito a que sean nuestra luz y nuestra voz a fin de detener los feminicidios, el hambre, la deficiente educación, la corrupción, las modificaciones que alteran el estado de Derecho en beneficio de unos cuantos. En sus manos y en el apoyo de las demás mujeres deberá estar el cambio y el progreso de México.

A todos los hombres de mi país que no tienen un cargo público ni están en el gobierno los invito a ser nuestro respaldo… sus hijas e hijos lo agradecerán. Les pido su respeto, pero más que nada su confianza.

Estamos cayendo todos en un gran agujero sin fondo, y podemos salir adelante cada una de nosotras desde nuestra trinchera y tomadas de la mano, a partir del ejemplo de tantas mujeres violadas físicamente y mentalmente, que se han levantado y que, desde el fondo de su corazón, gritan ¡Basta!

Es un grito de dolor y esperanza que sugiere que vamos a salir adelante. Los que manejan mal nuestro país son miles, nosotros —mujeres y hombres— somos millones.

Muchas pensamos marchar el domingo y quedarnos en casa el lunes. Vamos por un México para quienes quieran vivir bajo un techo de respeto, tolerancia, justicia, eficacia y educación. Que sin necesidad de radicalismos contraproducentes, se prevengan y no queden impunes feminicidios como los de Karla, Abril, Ingrid o Fátima”.

* BUENO, QUE TODO VAYA muy bien, es lo que les deseo. Y, aunque otras cosas se derrumben, que las mujeres mexicanas vivan tiempos mucho mejores de manera gradual y sostenida. Lo merecen, sin que asusten o desafíen a nadie pues no son conservadoras ni corruptas ni oportunistas. [email protected]

@cpgarcieral

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