Política de campanario, política de vencidas

Rubén Cortés.

Si el gobierno tenía una última oportunidad de mostrar empatía con la causa de las mujeres, la convirtió en humo, la convirtió en furia, al iniciar la rifa del no avión el mismo día del ParoNacionalDeMujeres: es, hay que decirlo, una provocación. 

Es una oposición calculada políticamente desde el poder a un movimiento que es (por lo mismo que es calculada políticamente desde el poder) muy arriesgada, porque el ParoNacionalDeMujeres es espontáneo, carece de cabezas con las cuales llegar a acuerdos. 

Parece, además, una oposición mezquina al movimiento porque éste responde a motivos palpables, que son moral y humanamente obligatorios de ser apoyados: sólo en enero, mataron a 329 mujeres en México, a 73 de ellas con saña y vejaciones.

 Y este gobierno tiene una responsabilidad que asumir porque ha sido, en su escaso año y dos meses de gestión, cuando más asesinatos de mujeres se han registrado, con tres mil 467, sin contar febrero, pues ese dato se informa el 20 de marzo. 

En 2017 mataron a mil 735 mujeres; en 2016 a dos mil 191; en 2017 a dos mil 536; en 2018 a dos mil 769; en 2019 a dos mil 818. Es un aumento que viene desde antes de que asumiera el poder la 4T, así que ésta comete un error al tomarlo como su culpa. 

Incluso, el incremento de asesinatos de mujeres tiene que ser visto como un tema de Estado a dos carriles: uno es el de los feminicidios (muerte por forma extrema de violenta por razones de género) y otro es el de los homicidios dolosos.

Porque en el tema de los homicidios dolosos ya hay especialistas en seguridad que coinciden en que muchos de éstos se deben a que la mujer tiene mayor presencia en el crimen organizado y, por tanto, entra en una dinámica diferente entre la vida y la muerte. 

Quiere decir que este gobierno está obligado a tratar el tema como un asunto de Estado, en lugar de verlo con la miopía política de la que hace gala y que, pareciera, tiene que ver con un conservadurismo estilo de “las mujeres merecen el cielo”.

O sea, una política de campanario, parroquial, que considera que las mujeres no pueden ser poderosas por sí mismas, ni capaces de organizarse sin ser dirigidas desde grupos tradicionales de poder, como la iglesia, el gobierno, los partidos políticos… 

Está demostrado desde el Día Internacional de Mujer de 2018, cuando el titular del Ejecutivo centró su discurso en el combate a la corrupción, en lugar de focalizar los derechos de las mujeres como asunto prioritario de este gobierno. 

Como, hoy mismo, lo prioritario es la venta de cachitos para la rifa del no avión.

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