China en el precipicio y México en la lenta. A ver si despierta antes que pase todo

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

Se siguen cantando las mañanitas que le piden al… “señor sereno que apague su linternita”. ¡Bravo, eso está muy bien! En eso deben quedarse las tradiciones, en canciones y hábitos morales. Pero no puede creerse que la regresión sea la meta del futuro. Porque hay que ser ingenuo y desinformado para afirmar que el modelo de los años setenta, hay que reacondicionarlo. Los funcionarios que piensan y actúan así, llevan al país al hoyo más oscuro. La realidad no es así y no fue como idílicamente se la imaginan.

Luis Echeverría endeudó al país lo suficiente como para que se escale cada sexenio la deuda externa hasta lo más inverosímil. Así que esos cuentos en los que las cifras no les aparecen en la cabeza a los funcionarios de hoy y a su jefe. Sencillamente son eso, cuentos de hadas, con finales de brujas. Porque lo que añoran los viejitos mentales, era el modelo de la guerra fría, para un país que la mitad era rural y producía lo que se comía. La tasa de mortalidad era de 48 años. Hoy no es así, México tiene déficit en todo, le tira a todo y no le atina a nada, y la gente se muere hasta los 80 años, casi lo doble de entonces.

Pero lo que se ha agudizado es la estupidez colectiva que llega al absurdo. Le parece a la gran mayoría una gracia, que les rifen algo de lo que no tiene el gobierno la propiedad, que tenga que forzar la venta de los cachitos de porquería y que, por un boleto carísimo, que van a tener que pagar la burocracia de la 4ª y los impuestos, se ganen menos que un sorteo normal; además con la leyenda imprecisa que es lana para las medicinas de los pobres: ¿cuáles?, ¿cuántos?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?

Desde la época de la Colonia, la Lotería, por si no sabían los organizadores que descubren el hilo negro, y la caja china de distracción, es para hospitales, orfelinatos y asilos. Es por ley. Verlo para creerlo.

Y mientras se discute aquí lo vano, como en Bizancio: si los ángeles tienen sexo, el Corona Virus ya tiró el enorme edificio de la economía china. De esta no se recuperan. No lo digo yo, lo dicen todavía eufemísticamente, todas las empresas de prospectiva económica; incluso la OCDE, que se pretende más que eso: al declarar que por lo menos los chinos en el corto plazo, van a perder más del 4 % de crecimiento.

Y se van derrumbar todos los que apostaron a seguir enriqueciéndose con la mano de obra esclava de los chinos; que son los que más basura producen, no solo la que venden, fayuca inservible; sino también la que dejan en el medio ambiente. Y todo para sostener a la mafia del Partido Comunista Chino, que los sojuzga bajo sistemas de represión que todos callan.

Y lo rescatable y estratégico de la planta industrial china que ha dejado sin empleo a todos los demás trabajadores del mundo, tiene que recolocarse urgentemente.

Y mientras, México, el que saldría enormemente beneficiado, para de inmediato ofrecer un sitio de oportunidad insospechado: anda en la lenta. Perdiendo el tiempo en proyectos improductivos, sin tasa de retorno, discutiendo la popularidad del orador callejero o repitiendo estupideces como las rifas de la nada.

¡Hágame el favor!

Lo de China era una muerte súper anunciada. Desde la salida de Estados Unidos del proyecto Trans-Pacífico, la suerte estaba echada. Nadie la leyó como venía.

Lo de los aranceles crecientes no eran tan solo mecánicas para desenmascarar a China como verdadero patrocinador de Corea del Norte junto con sus bravatas. Han sido políticas de Estado. No meras represalias de parte de EUA, que tienen la firme intención de quitarle al gigante asiático, el papel de ser el primero como taller del mundo. El extremo poco difundido, ha sido la producción de armamento y drones chinos que lograron penetrar el escudo de manufactura estadounidense, para destruir las refinerías de Arabia Saudita hace unos cuantos meses. Lanzados desde el Yemen chiíta.

Porque el origen de la fortaleza china era debilitar la arrogancia de Japón, un resucitado de la segunda guerra mundial, para el que Corea del Sur no era suficiente competencia.

Recordando el plan original, México con el padrinazgo de George Bush, iba a captar el potencial financiero del que estaban encaminados en la banca –en ese entonces- mexicana, 35 mil millones de dólares que se promovieron desde los fondos de pensionados de los estados de la Unión. Dinero que, en el desastre político de 1994, la codicia de Aspe y su padrino Lloyd Bentsen, el secretario del Tesoro de Bill Clinton, lo llevaron directo a la incertidumbre que provocó un acuerdo de rescate bipartidista fast track, por 50 mil millones de dólares que finalmente quedaron en 20 mil millones, a pagar con los ingresos petroleros directos. Tronó el sueño que se convirtió en sueño guajiro y las finanzas mexicanas se fueron al basurón. Y los iluminatti del billete, léase, la banca mundial, tuvieron que irse a inventar esta China, con todo el dinero.

El error fue político. Salinas traicionó a Bush, que quería a Zedillo en la presidencia y al propio Salinas, en la Organización Mundial de Comercio. Pero éste se empecinó en nombrar un sucesor y favorito, que tampoco le entendía a lo que estaba en juego. De todas maneras, no quedó y el proyecto geopolítico más importante de México, se cayó junto con la economía, las finanzas, la banca que se perdió, el PRI, y el sistema político que hasta la fecha quedó al garete. Nada más.

De consolación, los planificadores se quedaron con los ferrocarriles, para saltar por el istmo cuando volviera la ecuanimidad. Lo que no ha sucedido y se ve difícil, que suceda; porque el poder lo tiene un nuevo grupo distinto a los Bush y a los Clinton.

México, otra vez como el país mejor posicionado geopolíticamente está en el umbral de sustituir mucho de China, pero sigue en la lenta, en la baba de la historia, recordando las novelas falsas del gabinete de Juárez y gastándose el dinero con planes fracasados como el de sembrando vida. Porque se inclinan a lo que no funciona: revivir muertos como Pemex y centralizar todas las decisiones de un país de 135 millones, en una sola persona, que por cierto no entiende el siglo XXI. A ver si el país se despierta antes de que termine todo.

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