Alejandro Zapata.
Nos pintaron un panorama alentador: “vamos requetebién”. En breve tiempo esa actitud optimista ha pasado a su siguiente fase, motivo de alarma y desolación, nos hemos dado cuenta de que la globalización no es solamente los mercados, también reúne distintas facetas que se propagan por todas partes, en esta coyuntura la pandemia.
El fenómeno se ha extendido al mundo entero, de otros aspectos como el migratorio ya ni nos acordamos, pues el tema principal que nos ocupa es el COVID19, que está ocasionando un tránsito por la peor crisis que haya registrado la historia.
En principio no sabemos cuanto tiempo nos llevará la mitigación de los contagios y la atención de los enfermos, los cálculos siguiendo la tradición oficial mexicana se acreditan con las personas a quienes se les ha practicado la prueba y luego se multiplican por ocho, es decir, a ojo de buen cubero, lo que significa un verdadero descontrol al ignorar donde se encuentran y, por lo mismo, se prevé la propagación a gran escala.
Mientras ello acontece el país se encuentra inmerso en una parálisis, por lo tanto, los efectos económicos comienzan a hacer estragos, en poco tiempo los recursos de las familias recluidas se verán agotados, la tasa de desempleo va en aumento, las micro y pequeñas empresas difícilmente podrán aguantar sin ingresos, en esa medida es factible un periodo de desesperación social con impactos impredecibles.
La situación no está para menos, aunado al hecho de que la delincuencia sigue operando a sus anchas, los robos y la violencia se han incrementado, el Estado se ve rebasado por la ola delincuencial, pero así sesiona el Senado y aprueba la polémica Ley de Amnistía, los morenistas están para obedecer no para debatir o cuestionar los problemas o las medidas implementadas para
que el país salga de la crisis, es una lástima.
Para colmo de males, el tema petrolero viene a dar al traste encaminando a PEMEX prácticamente en la quiebra, la deuda de la paraestatal es financieramente impagable y los bonos emitidos son considerados en calidad de basura, además el presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados para este año que aplicó un precio por barril de cuarenta y nueve dólares queda completamente desfasado y nos coloca en una posición vulnerable.
Dos puntos me parecen prudentes, la decisión del Banco de México que tuvo una reacción inmediata al bajar la tasa de referencia al seis por ciento, previendo una contracción evidente de la actividad económica, así como el impulso a la banca de desarrollo para otorgar créditos y, el que la Suprema Corte de Justicia de la Nación retornara a sus sesiones, pues ambos son órganos colegiados de probada institucionalidad y abren una luz de esperanza en estos aciagos momentos.
Es complicado pronosticar el porvenir dadas las condiciones políticas, sociales y económicas que prevalecen, no obstante, el replanteamiento estructural e institucional del Estado es obligado, al igual que la Convención Nacional Hacendaria y una reforma fiscal, como decía el Maquío, contigo, sin ti o a pesar de ti.