Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Ni en las más fumadas utopías de los mas retorcidos especuladores como Carlos Marx y otros enfermos como Federico Nietzsche, podrían imaginar lo que pasa hoy y lo que viene. Mucho menos personajes tuertos guías de ciegos, como los ideólogos de las revoluciones tercermundistas, que no les da sino para reproducir envidias colectivas de esas que pudieran desembocar en una violencia anhelada, cuya razón de ser, sería únicamente la necedad de la violencia misma, el objetivo de establecer el odio por su impotencia de desear imposibles y concluir que jamás tendrán lo que codician.
Lo que se está presentando deja a todos los gobiernos sin respuesta. A los gobiernos profesionales me refiero a los de EUA, de Rusia, de Europa, Japón y Corea del Sur; hasta el gobierno atroz y salvaje de los comunistas intolerantes de China, quienes provocaron la respuesta virológica al mundo, están pasmados incluso de sus perversos propósitos.
A otros improvisados e imitadores de ellos mismos, como los gobiernos de Brasil, de México o de Venezuela, menos se les puede pedir porque van en la súper lenta, la lela, creyendo que es cosa de voluntades y sugestión, se atreven a desafiar a la epidemia, hablan que la dominan, con tal de regresar a un escenario, que jamás va a ser igual; así brinquen y hagan los berrinches que quieran.
Y si los profesionales fueron electos o impuestos por otras circunstancias que ya no existen y no pueden cambiarlas, y por tanto ya no sirven en estas condiciones donde no saben que hacer, sino dar palos de ciego; cuánto más los que llegaron con la expectativa de la masa que les iban a dar un paraíso, es decir dinero sin trabajar bajo el único requisito de tener su voto.
Y la historia se repite en diversas catástrofes: las de fuego, como la Roma de Nerón, que duró incendiada 9 días; el incendio de Moscú en el año 1547 donde se destruyeron 25 mil edificios; o Tokio, bombardeado cada 15 metros, donde murieron 100 mil antes de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki; las pestes como la del siglo XIV que mató a 20 millones de personas, que cinco siglos después se enteraron que la causa era un bacilo en las ratas; o la de México que de acuerdo con los estudios de Peter Gerhard de la década de 1520 a 1530, la población pasó de 22 millones a solo 3 millones por las enfermedades trasmitidas durante la conquista; o la mal llamada “gripe española” de 1918, que mató a 30 millones.
Las hambrunas en Irlanda, las de la India y en diversas zonas de África, la de Ucrania, provocada por las políticas de Stalin, que derivó en una disminución de la población que hasta la fecha persiste y en la triste experiencia de muchos que tuvieron que comer carne humana en el siglo XX; recientes en la China de Mao Zedong donde fallecieron 35 millones. Terremotos, e inundaciones han causado daños tremendos a la población en diversas regiones. Y nadie puede ufanarse que domeña a las catástrofes, porque lo primero que hacen las reflexiones derivadas de estos acontecimientos, es ubicar a las personas en su fragilidad y unos hasta se vuelven humildes.
Claro que hay locos, como Nerón que se solazaba ver el incendio de Roma, cantaba y sentía que la ruina le caía como “anillo al dedo”.
Pero esta epidemia es distinta, porque su peligrosidad es su amplio espectro territorial, que rebasa los límites de otras terribles tragedias, y aunque el contexto exigiría acuerdos internacionales, más bien mundiales; en estas circunstancias todo indica que eso es lo mas lejano que se puede plantear. La ONU como institución que pudiera tomar la iniciativa es un órgano viejo, sin fuerza que se corresponde a la etapa geopolítica bipolar, y en términos concretos es un conglomerado de intereses de burócratas neomalthusianos; que seguramente ven con optimismo estos momentos para que el mundo experimente una purga, que ya las guerras convencionales no resuelven, por el número tan reducido de víctimas.
Esos planteamientos de las escuelas sociales de las políticas de género y el aborto, esgrimidas por líderes políticos, de opinión y operativos en la línea de George Soros, son lo que prevalecen.
Por otro lado, los defensores sistémicos se ven obligados a echar toda la carne al asador temiendo que la economía no solo no se recupere en dos o tres años, sino que el sistema cambie a tal grado que las cadenas de producción o se van a sobresaturar o van quedar desconectadas por vacíos que, en el mediano plazo, nadie intenta recomponer. Pero al menos dispersan dinero, para que el hambre no sea el siguiente componente que se sume a la enfermedad.
Porque además la gente la toma a la ligera, dicen ven el temblor y no se hincan, siguen con el chacoteo; los pobladores siguen creyendo que la crisis va a alcanzar un punto agresivo en dos o tres meses y después “inexplicablemente” tendría que achatarse la curva de la peligrosidad. Puro pensamiento mágico.
Porque tampoco las masas se ubican reconociendo al Creador, ni aún en las peores circunstancias lo piensan. Siguen aferrados que la solución tiene que llegar de algún lado; sin entender que de donde vino la pandemia, es de parte de la potencia china, que puede repetir las dosis y las variantes del Covid 19.
Porque la élite que maneja ese inmenso país, trata de recuperar el hoy absurdo 6% de crecimiento económico vital, el que se veía mermado con las políticas occidentales de las alzas arancelarias que urgían se les aplicara; a menos que se aceptara el dominio de los chinos en todas las líneas de la economía y la sociedad mundiales. Y se aceptaran esas imposiciones, junto con el control informático y represivo con el que tienen esclavizada a su población, que por cierto poco lo nota, porque llevan ya varias generaciones sin experimentar un mínimo de libertad.
Así que lo que viene es de ponerse en serio a pensar y no quedarse pasmados como los que dizque dirigen los países y esperan la nada como respuesta. El hecho es que numéricamente los amantes de la estadística menosprecian los daños, porque no ven que desaparezca el hombre sobre la faz de la tierra, como para ocuparse en alternativas. Y siguen muy campantes en sus planes que no tienen ya asideros mínimos, y como los que siguieron bailando en el Titanic, no cambiaron de ritmo hasta que se hundieron….