La terquedad en tiempos de crisis

Alejandro Zapata.

Cuando la desgracia llega de manera imprevista presentando un desolador panorama de consecuencias desesperanzadoras como actualmente existen, los mexicanos sin importar clases sociales, razas, religiones o preferencias políticas, sacamos a relucir la solidaridad frente a la adversidad, que hace más llevadera la inclemencia.

Por lo regular ese conjunto de esfuerzos ciudadanos se suman y coordinan con sus autoridades, llevando a cabo una labor común en aras de paliar el temporal y salir adelante. Es así como México tradicionalmente encuentra un eje de unidad, dejando atrás recelos, rencores o cualquier signo de división, lo realmente prioritario es combatir juntos los nocivos efectos por encima de todo.

La forma razonable, lógica y de entendimiento hasta ahora con resultados positivos, consiste en dialogar, escuchar, observar y asimilar experiencias, analizar, fijar objetivos, definir tiempos, delegar responsabilidades e implementar las acciones, donde cada uno tenga su propia función, gobierno y sociedad.

Por lo visto y es motivo de lamentación, el desdén oficial en la participación de la estrategia contra la pandemia y sus efectos por la comunidad e inclusive de otras instancias de gobiernos tanto estatales como municipales, legislaturas locales o los poderes judiciales. Las decisiones y la ruta por seguir se concentran únicamente en la cúpula del poder federal, lo que ha traído resistencias y criticas principalmente por medidas y posturas enanas, desintegradoras y tardías.

Son evidentes las limitaciones del Estado para enfrentar por si solo el enorme problema que nos afecta a todos, imponiendo reglas que ni el propio presidente acata, sometiendo al país a una agenda impropia, innecesaria, distractora y sin sentido en estos momentos, como es el caso de retar a adelantar la revocación de mandato al veintiuno, retornando a la rivalidad política, la división social y ahondando en el hartazgo.

Ante esa posición, se ha formado un esquema paralelo que comienza a rebasar a la propia élite de funcionarios federales, con una visión de mayor alcance, pues ante la parálisis de las estructuras gubernamentales y la caída de la economía, surgen liderazgos regionales que toman el vacío dejado por el titular del Ejecutivo Federal.

En efecto, los Gobernadores estatales ante omisiones graves de la administración federal y el escaso apoyo, amén de ser tratados como subordinados y castigados con los recursos públicos, toman las riendas del asunto, hacen alianzas estratégicas con sus comunidades, arman flujos de comunicación con sus homólogos estadounidenses en la frontera, ponen sobre la mesa el replanteamiento de la coordinación fiscal y atienden a su gente, dialogando, escuchando y coordinando esfuerzos sociales de solidaridad.

Sin duda son tiempos de cambio, donde se requiere unidad nacional para una transformación y la unidad transita por acuerdos y consensos, comenzando por la adecuada atención en las desgracias, la solidaridad a partir de gobiernos con sentido humano y la correcta interpretación del entendimiento social, lo que escasea en la 4T, pues la terquedad es sinónimo de miopía.

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