Ah-Muán Iruegas.
La calificadora de créditos Moody’s recortó el pasado viernes la calificación de la deuda petrolera mexicana, colocándola a nivel de “bonos basura” o especulativos. También redujo la calificación de la deuda mexicana global o “soberana”, aunque no a nivel especulativo, sino tres niveles por encima de ello. Sin embargo, la deuda tanto nacional como de Pemex, muestran una tendencia al deterioro.
Entre las divisas más depreciadas del mundo se encuentra el peso mexicano en los últimos meses, lo cual constituye también un indicio de que nuestro país es uno de los que se consideran como más riesgoso, en términos cambiarios y económicos en lo general.
Todo indica que, la gota que derramó el vaso para las calificadoras fue la negativa mexicana a sumarse a un recorte mundial a la producción de petróleo en la OPEP. Eso dio una mala imagen de nuestro país, colocándolo como un abusivo o un saboteador. Aunque justo es reconocer que nuestro gobierno muchas veces ha estado en desacuerdo con la OPEP, o al menos ha seguido una línea independiente.
Sin embargo, en una situación de crisis sanitario-económica, era muy fácil mejorar la imagen de nuestro país mediante una colaboración con los demás países para elevar los precios del crudo. O en todo caso, si se quería preservar la política nacionalista en materia energética, lo ideal en términos de imagen internacional de México, hubiera sido no acudir a la reunión.
Pemex tiene hoy unos cien mil millones de dólares en deuda. Por su parte, cerca de 8 mil millones (7683 mdd entre el 6 de marzo y el 6 de abril) han salido de nuestro país el último mes, aunque de inversión en cartera y sobre todo en inversiones en los llamados ”Bonos M” en particular. Ambas cifras se refieren a diferentes cuestiones, pero sirven para fines comparativos, e indican que el último mes salieron capitales de nuestro país equivalentes al 8 % de la deuda de Pemex.
Con cifras en pesos mexicanos, se observa lo siguiente. La tenencia de valores gubernamentales en manos de extranjeros hasta principios de abril era de dos billones de pesos aproximadamente. Entre el 21 de febrero de este año -el punto máximo de la inversión- y el 2 de abril, la salida ha sido de casi 203 mil millones de pesos.
Esto no es una fuga masiva de capitales, pero sí muestra una tendencia a la salida constante de inversión extranjera en cartera, desde nuestro país.
Con la baja de la calificación crediticia de Moody’s, lo primero que se resentirá es la situación financiera de Pemex, antes que la de la deuda soberana, que “solamente” está en el filo para otra de las calificadoras (Fitch). Se estima, sin embargo, que la caída de la deuda mexicana al nivel de bono basura, ocurriría hasta el próximo año.
El problema es que para Pemex mismo sí será un lío conseguir financiamiento ahora, pues la baja de la calificación encarece los intereses de tal financiamiento –en caso de que lo haya–. De ahí que se antoja inevitable que la problemática de la petrolera incida sobre la calificación de la deuda nacional, tarde o temprano.
De manera que la agonía nacional continúa, dado que el gobierno federal es quien responderá en última instancia por Pemex, la petrolera más endeudada en empresas de su rango. Y dado que la decisión presidencial, todo indica será la de apostar a Pemex contra viento y marea.
La deuda mexicana gubernamental está asegurada relativamente para este año, pues existe un mecanismo financiero de coberturas ante bajas en el precio del petróleo que contrató la SHCP –una especie de seguro–. De ahí que la deuda nacional pudiera resistir este año, incluso con la baja en la calificación de Pemex.
Por otra parte, Moody s también cuestiona la atención que México le da actualmente al coronavirus. Ellos miden esto en términos de porcentaje del PIB, y el gasto mexicano al respecto no asciende más que al 1% del producto interno mexicano. De ahí que el daño económico que provoque el virus, será mayor dado que se le otorgará poco presupuesto a su combate. Así la problemática del Covid-19 puede afectar la situación fiscal del gobierno federal, pues al decaer la situación económica y de salud, será mas difícil recaudar impuestos.
Esto último indica que la debilidad económica mexicana es más profunda, pues no deriva solo de cuestiones propiamente financieras, sino de aproximaciones de política publica, en este caso en materia de salud, que si tienen consecuencias sobre la economía.
Por ende, lleva una trayectoria de choque la política económica y de salud mexicanas, frente a la postura de las calificadoras de riesgo. Ante la tendencia mundial de un mayor estímulo de gasto público, el gobierno mexicano apuesta a la austeridad, en una postura que resulta más neoliberal que la de los propios neoliberales. Incluso en el diario británico Financial Times, la Meca del neoliberalismo, se está pugnando por la adopción de políticas estatistas o keynesianas, con aumento del gasto público.
Pero México insiste en limitar el gasto ante la pandemia, lo cual, aunado al nacionalismo petrolero, está colocando a nuestro país en una especie de isla, en términos de política económica. Este aislamiento no puede más que debilitar a nuestro país, uno de los que resentirán más la crisis en latinoamérica. Cierto que muchos países serán afectados, pero no igualmente, pues se estima que por ejemplo Colombia, Perú y Chile lograrán sortear mejor el vendaval. Y son países que no presentan una problemática mayor en materia de deuda.
Aunque Argentina se encuentra en una posición peor que la mexicana, pues está de nuevo intentando realizar quitas a su deuda en estos días, no es descartable que México se encamine de nuevo a una crisis de la deuda –que comenzará con la deuda de Pemex–.
No puede anticiparse de qué tamaño será la crisis de la deuda que se aproxima para México, pero si consideramos la obcecación de la postura mexicana en favor de políticas a un tiempo nacionalistas y austeras, la posibilidad de tal crisis de la deuda mexicana, crece de modo constante y podría ocurrir a fines de este año.