Rubén Cortés.
Es natural que sea México el país del continente que menos respeta el aislamiento por COVID-19, si se tiene en cuenta que el presidente hace ver que es él quien toma todas las decisiones en el país, y que es un negacionista de los efectos de la pandemia.
Un estudio de Google maps en los reportes de movilidad en 131 países, México (que hasta ayer noche México tenía cuatro mil 661 casos y 296 fallecidos) es también una de las naciones de todo el mundo que menos redujo la movilidad.
México vive en el actual sexenio un régimen de ordeno y mando, en el cual, además de que el poder gira alrededor de una sola persona, ésta llena casi todos los espacios de información a la ciudadanía, así como el manejo de los medios.
Y hasta hace poco, mientras las autoridades sanitarias llamaban al distanciamiento social, el presidente pedía a sus gobernados que “si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes”.
Una revisión rápida a las declaraciones y comportamiento del jefe del Ejecutivo, demuestra una contradicción constante entre éste y los consejos sanitarios a la población de las autoridades sanitarias mundiales:
–“No exagerar, estamos preparados. No podemos cerrar nuestros puertos ni aeropuertos. Estamos hablando de miles de turistas de cualquier nacionalidad”
–“El coronavirus no es algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza, para que todos los que están escuchando tengamos esta información”.
–“En cuanto a México, esto no va a tardar, no vamos a tener problemas mayores: ese es mi pronóstico”
–“Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar; hay que abrazarse, no pasa nada”
–“Vamos a estar enfrentando adversidades, México ha resistido muchas calamidades por nuestra cultura, la cultura nos ha protegido y nos ha sacado adelante en terremotos, inundaciones, epidemias. Nuestro pueblo es algo excepcional, extraordinario”.
Es lógico que la mayoría de los mexicanos no escuche las recomendaciones universales de distanciamiento social, si quien les da otros datos es la persona que gobierna sin contrapeso alguno en un país que, por demás, tiene una fuerte tradición presidencialista.
Incluso, que no siguió la recomendación de la OMS de basar el conteo de los casos en un plan de pruebas masivas, por lo que su vocero para la pandemia reconoce que por cada caso confirmado hay ocho contagiados más.
A diario se repiten casos diagnosticados como neumonía, pero con los síntomas de COVID-19, lo cual es ejemplo de la falla del conteo ajeno al recomendado por la OMS. Y, en medio de todo eso, el propio presidente dice que le gustaría que la emergencia se levante.
El 10 de mayo.