Patricia Betaza.
Apareció en Wuhan, China, y en cuatro meses el Covid-19 ha dictado al mundo su regla más aceptada: o te confinas o te puedes contagiar y enfermar, o contagiar y enfermar a los demás. Aún con todos los avances tecnológicos y científicos, el confinamiento es hasta este momento, la forma más efectiva de evitar su propagación masiva.
Hasta Nueva York, el corazón bursátil y financiero del planeta tuvo que parar su frenético ritmo. El Covid-19 pega a todos: ricos y pobres, hombres y mujeres, con especial fuerza a los adultos mayores -donde se concentra el mayor índice de fallecimientos a nivel mundial-, pero nadie está exento del contagio.
¿Por qué se ha ensañado con la población vieja? Las explicaciones médicas coinciden en que un organismo de más de 60 años, como resultado lógico del paso del tiempo y de los estilos de vida, es más propenso a las complicaciones causadas por el coronavirus, debido a problemas como hipertensión, diabetes, EPOC, tabaquismo y otras enfermedades subyacentes. Por fortuna la mayoría se cura. Sin embargo, la facilidad de contagio ha provocado sobresaturación y ha colapsado los sistemas de salud de países del primer mundo.
Mientras se busca una vacuna o un medicamento efectivo, la única manera de protegernos y proteger a los demás es el aislamiento. La razón es muy simple: una persona que puede ser portador de Covid-19 puede estar sin síntomas y por deambular en la calle o en lugares concurridos, tiene la capacidad de contagiar a cualquiera.
Previo a que hoy lunes el presidente Andrés Manuel López Obrador dé a conocer nuevas medidas contra el Covid-19, ayer anunció un acuerdo con dueños de hospitales privados para disponer un mes de 3 mil 300 de sus camas para atender a los pacientes infectados. Horas después la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, hizo un llamado a evitar incluso reuniones familiares y pidió a los capitalinos ir solo un miembro familiar al supermercado. Las cosas no pintan nada fáciles.
Hasta ayer suman en el país 4 mil 661 casos confirmados de coronavirus y 296 muertes. México está a punto de entrar a la fase 3 de contingencia sanitaria, es decir, en la posibilidad de que más personas puedan contagiarse, como sucedió en Italia, España y Estados Unidos. Habremos de ver si la estrategia de la autoridad federal de Salud ha sido la adecuada para evitar llegar al colapso, en el ya de por sí débil Sistema Público de Salud.
Lo que si es un hecho es que el mundo entero bajó la cortina. México no podría ser la excepción, aún con la resistencia al principio. La preocupación es doble: por un lado contener la epidemia y por el otro contener los problemas económicos derivados del confinamiento. Aún las voces menos apocalípticas prevén una recesión económica a nivel global. No es momento de politiquerías. Es momento de efectivamente bajar la cortina. El Covid llegó para hacernos entender que somos demasiado frágiles ante los designios de la naturaleza. Para obligarnos a entender que ningún gobierno y los propios ciudadanos somos infalibles. Tenemos que acatar sus designios. Estoy convencida que otra historia deberá escribirse mientras no se logre su control. En solo cuatro meses el Covid-19 cambió la historia de la humanidad.