COVID-19: La génesis del mañana

Boris Berenzon Gorn.

La pandemia del COVID-19 ha hecho una revolución en nuestras vidas. De momento, todo ha cambiado: la distancia con los otros, nuestros hábitos, nuestra relación con el hogar y con las calles. El reto ha sido, sin duda, también el plano de lo individual. Dentro de la petición de no salir hay una mucho más potente y difícil de sobrellevar. No solo es “mantente en casa”; también, “aprende a estar contigo mismo”. Pero el reto no solo se da a pequeña escala. Pensadores de uno y otro lado del planeta ya postulan que el COVID-19 es la génesis de la sociedad del mañana. 

La forma como esta pandemia habría surgido y se habría esparcido por el mundo dice mucho sobre la manera en que estamos habitando el planeta. Nadie sabe bien a bien cómo el nuevo coronavirus logró entrar en nuestra especie. Sin embargo, una de las principales teorías dice que este virus pasó de los murciélagos a los pangolines, y de estos, a los humanos. Los pangolines son una de las especies de animales salvajes más traficadas en el mundo. Así, en resumidas cuentas, el virus habría llegado por nuestra invasión a la naturaleza (y por el trato antihigiénico que posteriormente se le da). 

De tanto explotar al planeta, el ser humano habría dado contra un arma que pondría todos sus sistemas de cabeza. Esto debería funcionar, cuando menos, como una enorme señal de alerta. Ya nos lo han dicho los científicos; ya se ha advertido en cientos de ocasiones que la forma como estamos abusando de la Tierra no es sostenible y que el proceso está por volcarse en nuestra contra. De cierto modo, ya lo ha hecho. No es que haya una especie de destino o juez supremo que nos haya mandado el COVID-19 para “castigarnos”. Se trata, simplemente, de una consecuencia lógica de nuestros actos, de una consecuencia de desoír a la ciencia cuando ésta no vela por los intereses del capital. 

El esparcimiento del virus también se dio como una consecuencia lógica de nuestros actos. La facilidad de conexión que la clase media ha gozado los últimos años permitió que el COVID-19 llegara a casi todas las esquinas del planeta en apenas unas cuantas semanas. Son pocos los sitios a donde el virus no ha llegado, y gran parte de ellos son islas. Es decir, que no están amenazados por la pandemia, pero sí por el aumento del nivel del mar que vendrá como consecuencia del calentamiento global. Nuevamente, nuestros actos nos explotan en las manos como un niño que juega con petardos pese a las advertencias de sus padres.

Hablando de consecuencias lógicas, la propia de esta pandemia debería ser una revisión intensiva de nuestro paso por el planeta. El sistema económico, la depredación de la Tierra…, todo, debería ser repensado. Pero, en la realidad, esa consecuencia se antoja difícil. Esta no es la primera crisis que enfrenta el capitalismo, y las salidas que han tenido las anteriores no han sido precisamente beneficiosas para la naturaleza.

Ya lo ha advertido el escritor e historiador Yuval Noah Harari: “Para detener una pandemia hace falta cooperación internacional en torno a las mejores prácticas otorgadas por la ciencia”. Sin embargo, como el autor de Sapiens reconoce, ese panorama no está dándose en este momento. El COVID-19 llegó en un momento cuando el papel antes conocido como “líder del mundo libre” está siendo ocupado por un ser que piensa que el calentamiento global es “un invento de los chinos”. El virus llega también en un momento de profundas divisiones, cuando la humanidad está actuando como si estuviera compuesta por tribus incapaces de solidarizarse y empatizar entre sí.

Hay una cosa más importante que el aislamiento, y se trata de la información. Así lo apunta Harari. Necesitamos intercambiar conocimientos y estar abiertos a sus aplicaciones. Pero ¿cómo pedir eso en un mundo en el que los líderes desconocen tanto sobre ciencia, en un mundo donde incluso la desdeñan? Porque a estas alturas ya es muy sabido que Trump supo con semanas de antelación la clase de amenaza que era el COVID-19. ¿No pudo la nación que llegó primero a la Luna hacer algo para paliar los efectos de este virus? Quizá sí, en noviembre de 2016, y se eligió no hacerlo. 

El aislamiento terminará finalmente. Los casos de COVID-19 se estabilizarán. Pero el mundo no volverá a ser el mismo. El timón tendrá que girar hacia una u otra dirección. Está en las manos de los líderes mundiales elegir cuál será esta. No olvidemos que el principal de estos líderes en este momento es Donald Trump, así que ya podemos ir imaginando hacia dónde navegaremos si el mundo no empieza a ser más responsable con sus decisiones.

MANCHAMANTELES

En España, el Dúo Dinámico cedió los derechos de la canción “Resistiré” a la comunidad de Madrid, cuya nueva versión, “Resistiré 2020”, se ha convertido en un ícono de esperanza y fuerza ante la crisis social. La canción es cantada todos los días desde los balcones.

Cuando pierda todas las partidas

Cuando duerma con la soledad

Cuando se me cierren las salidas

Y la noche no me deje en paz

Cuando sienta miedo del silencio

Cuando cueste mantenerme en pie

Cuando se rebelen los recuerdos

Y me pongan contra la pared

¡Resistiré, erguido frente a todo!

Me volveré de hierro para endurecer la piel

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte

Soy como el junco que se dobla

Pero siempre sigue en pie

¡Resistiré, para seguir viviendo!

¡Soportaré los golpes y jamás me rendiré!

Y aunque los sueños se me rompan en pedazos

¡Resistiré, resistiré! 

NARCISO EL OBSCENO 

De pronto la llamada “naturaleza” se volvió y le preguntó socarronamente a nuestra sociedad ¿Orgullosa de lo logrado? No sé qué tanto nos hiera nuestro narcisismo ni cuán culpables somos, pero algo nos falló.

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