Alejandro Zapata.
Al más puro estilo mexicano desde el gobierno se delinearon los pasos a seguir para enfrentarla pandemia que azota al planeta. Al grito de ¡viva México! Una vez conocida por sus escalofriantes resultados nos informaron y alentaron a darnos besos y abrazos, total no pasa nada, es una enfermedad solo para personas VIP, gente acomodada, a decir del ilustrado e incluyente gobernador morenista poblano.
El asunto fue tratado con total displicencia, por no decir con irresponsabilidad, engaños, mentiras y omisiones graves que sin duda están repercutiendo en el avance de la pandemia, simplemente dejaron correr los acontecimientos a pesar de previstos estragos, que fuera el destino quien definiera las consecuencias.
Los mensajes contradictorios emanados del presidente y su vocero frente a una evidente realidad: la falta de infraestructura hospitalaria, de medicamentos, de equipo, de personal especializado, son apenas una pequeña muestra que sirve para acreditar la improvisación, carencia de interés y el manejo perverso de los asuntos públicos emergentes.
Si a ello se suma los gritos desesperados de médicos y enfermeras que han sido expuestos al contagio y algunos fallecidos por cumplir su deber, sin siquiera contar con el más elemental equipo hospitalario, nos percatamos de que la tragedia es aún mayor de lo imaginario ante la falta de una adecuada conducción.
Ni siquiera se ha contado con las pruebas suficientes y necesarias para detectar la infección entre la población, por lo tanto, tampoco sabemos a ciencia cierta cuantas personas contagiadas existen, menos aún si están aisladas y en cuarentena.
De la situación económica ya ni hablamos, sus efectos son y serán demoledores. Un país donde el sesenta por ciento de su población vive en la informalidad, no se requiere mucha ciencia para pronosticar condiciones catastróficas, donde se requiere la intervención oficial para mitigar los crudos efectos, sin embargo, persiste una obcecada cerrazón, al dejar que cada uno se rasque con sus propias uñas.
Ante esa realidad la confianza en el gobierno con un gabinete pasmado, complaciente con su jefe, tapadera de mentiras y engaños, con un presidente temeroso de que se ocupen los vacíos de poder, pidiendo treguas y preocupado por la mamá del Chapo, se encuentra en franco deterioro, la relación de respeto social está quebrantada.
El escenario no pinta bien, existe una profunda crisis de liderazgo, las estructuras e instituciones se encuentran dañadas, el Estado rebasado e incapaz de paliar el temporal, la población confundida y dejada a su suerte, la pandemia al acecho y la hambruna en la puerta.
Para afrontar la situación actual se deben generar condiciones de confianza y credibilidad, lo que se torna difícil en un ambiente lleno de suspicacias, sin embargo, es fundamental colmar ese espacio, recuperar márgenes de respeto y enfocar los esfuerzos colectivos a la unidad nacional, antes de que termine por romperse irreversiblemente, en aras de construir un modelo funcional.