Rubén Cortés.
Todos los días, el presidente deja de tener en cuenta que el silencio es un arma poderosa de la comunicación. Pero ayer, en especial, perdió la oportunidad de quedarse callado, al afirmar que un virus que ha matado a 50 mexicanos le viene “como anillo al dedo”.
Dijo que “esto (la crisis por COVID-19) nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”. Y antes saludó a las madre y abuela de violentos capos del narco. Y antes llamó a salir a la calle y abrazarse en la pandemia. Y antes, y antes…
Pareciera que no duerme pensando en cómo molestar, al amanecer, a sus críticos, con ocurrencias que lo alejen del engorro de la gobernanza de un país de 127 millones de habitantes, y lo mantengan en su zona de confort, que es ser un político rijoso.
Una lástima que, en 15 meses de ejercicio, el jefe del Ejecutivo desechó la mejor oportunidad de reinventarse como estadista cohesionador de una nación, siquiera para romperle la nariz a sus críticos, demostrándoles que es mejor que ellos y sabe crecerse.
Nunca lo quiso hacer, aun cuando esta crisis sanitaria para lo que sí le vino como anillo al dedo fue para eso, pues pudo enmendar la plana de tantos errores cometidos en su curva de aprendizaje de político que pensaba en las próximas elecciones, a Jefe de Estado.
Una pena, pues sí lo hizo un mediocre como Donald Trump en Estados Unidos, a quien su gestión de la catástrofe por COVID-19 lo ha colocado ante un hecho indiscutible: se encuentra en la cima de la aceptación del pueblo estadounidense.
Según Gallup, 60 por ciento de sus gobernados aprueba la labor del presidente de Estados Unidos; y la Universidad de Monmouth de la 50 por ciento: no sólo son sus mejores números en tres años, sino que son astronómicos, tras el desgaste de casi todo un mandato.
Y la mayor aprobación viene de independientes y demócratas, no de sus seguidores tradicionales. Vamos, un polarizador, un ignaro y un aprendiz de brujo como lo es Trump, aprovechó esta crisis para aprobar ese proceso complejo que los sicólogos “reinventarse”.
Aunque tampoco es que Trump haya hecho algo extraordinario: los estadounidenses dicen en las encuestas que el hombre está haciendo lo mejor que puede en una circunstancia muy difícil, y que no manda a subordinados a declarar la emergencia por él.
En cambio, aquí, el presidente estaba antier en el punto más bajo de su aprobación desde que asumió el poder y, por primera vez, es desaprobado por la mayoría, según la encuesta diaria de Consulta Mitofsky , con 48.9 por ciento. Y ya lleva un mes a la baja.
Mal asunto.