Ciudad de México.- Comenzó la Fase 2 de la pandemia de COVID-19 y el gobierno nos “sugiere” encerrarnos en nuestras casas.
Pero hay gente que no puede hacerlo, porque son pobres, porque viven al día. Y ellos deben salir a las calles solitarias, oscuras e inseguras de esta monstruosa ciudad, porque algo de pan deben llevarse a la boca, porque sus familias esperan poder cenar, al menos por esta noche.
Encerrado en mi casa, haciendo home office desde mi modernidad neoliberal, escuchó las notas musicales de un trompetista solitario, interpretando ¿De qué manera te olvido? para ganarse unas cuantas monedas, para ganarse la vida.
Me conmueve hasta las lágrimas y espero a que acabe su interpretación para darle veinte pesitos, que de algo le servirán. Y espero, muy en el fondo de mí, que otras personas hagan lo mismo: cinco, diez, quince o veinte pesos. Debemos hacer todo lo posible para que esas personas, que se cuentan por millones en todo México, lleguen a su casa con algo de dinero.
¡Debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para sobrevivir todos!
Me agradece el trompetista con estas palabras: “¡Gracias, patrón, Dios lo bendiga y le dé más!”…
Y yo, desde mi agnosticismo anticlerical, le contesto: “¡Que Dios te acompañe y te lleve con bien!”…
Ese trompetista necesitaba dos cosas: dinero para alimentar a su familia y buenas actitudes de personas ajenas para alimentar su fe religiosa; una fe que muy útil le resultará en estas ocasiones de emergencia sanitaria.
¿Me permiten compartirles la interpretación de ese buen hombre? Aquí está:
Carlos Arturo Baños Lemoine