Alejandro Rodríguez Cortés*.
Abordaré en este espacio varios ejemplos que aún anecdóticos ilustran la incompetencia gubernamental en la mal llamada Cuarta Transformación, lo que no quiere decir que caeré en la trampa del falso debate de si es más útil al país la honestidad que la preparación de quienes ejercen labores públicas.
Simplemente son dos condiciones estrictamente necesarias y por lo tanto no excluyentes para un funcionario de gobierno, aunque el presidente López Obrador sugiera que debe privilegiarse la honradez sobre la capacidad: la carencia de cualquiera de las dos o de ambas es corrupción.
Aceptar una responsabilidad en los poderes públicos sin estar preparado para ello es criminal, al igual que lo es disponer indebidamente de los recursos fiscales bajo la responsabilidad del burócrata. Punto y aparte.
Ahora bien, durante el año y medio que va de este gobierno, abundan ejemplos que muestran una muy clara devaluación de la figura del empleado federal. No podría ser distinto cuando se desmantelaron cuadros muy experimentados que soportaban el funcionamiento de sectores como el hacendario y fiscal, el energético, el laboral y hasta el de política social, la bandera estelar de esta administración.
Para muestra, varios botones.
¿Para qué enviar iniciativas legislativas a botepronto sin antes realizar una labor profesional de cabildeo entre los sectores involucrados, y después dar marcha atrás por las lógicas razones de rechazo ante una arbitrariedad, como la desaparición de fideicomisos que tienen claras razones de ser? Incompetencia relacionada con la soberbia y el abuso de poder.
¿Era necesario aventurar una fecha de terminación de la pandemia de coronavirus y hasta una cifra de fallecidos solo para cambiarlas una y otra vez ante la inocultable realidad diaria de terror ascendente? Incompetencia derivada de la ambición política de un científico de medio pelo.
¿No es absolutamente lógico que si se anuncia el regreso a la nueva normalidad se relajen las medidas de contención social aunque nos encontremos en la cúspide de contagios y muertes? Incompetencia en la comunicación social gubernamental.
¿Nadie puede en el gobierno prever la animadversión generada por festejar menos muertos relacionados con COVID 19 o incluso con la violencia creciente en el país? ¿Ninguno de los incompetentes funcionarios podrían sugerir empatía por los familiares de las víctimas de uno u otro fenómeno?
¿Ningún economista le explicó al presidente de la República la gráfica que mostró para demostrar, según él, la desigualdad social generada por los gobiernos anteriores cuando la ilustración hacía obvio justamente lo contrario? Incompetencia de no superar el terror al irascible jefe Presidente.
¿Nadie, en una mínima muestra de capacidad, puede alzar la voz para advertir que si no hay confianza en México ni siquiera servirá el nuevo tratado comercial que tanto presume nuestro Presidente? Incompetencia bilateral, porque ahí AMLO y Trump se parecen mucho.
Vaya pues, ¿los miembros del gabinete no fueron preparados para su alta responsabilidad? Parece ser que no, porque en vez de afrontar el escrutinio público culpan a todo y a todos de sus dislates y barbaridades: adjudicar a su jefe poderes fantásticos de guía moral y no de contagio; abrogar la ciencia por considerarla neoliberal y apostarle a los amuletos y fetiches; quitarte el cubrebocas en Palacio Nacional porque por definición es un espacio libre del virus, ponértelo para salir al supermercado y quitártelo nuevamente para tomar una llamada telefónica; esperar una semana para anunciar contagio viral; borrar un tuit que demuestra el uso de cuentas oficiales y recursos públicos en redes digitales para diseminar propaganda política; nacionalizar uruguayo al poeta Amado Nervo o desconocer el ilustrativo gentilicio de Bélgica.
Todo lo anterior, sin contar los auténticos improvisados designados en posiciones clave de instituciones como las encargadas de asuntos de derechos humanos, regulación energética, telecomunicaciones, mejora regulatoria, entre muchos otros. De ellos no hay muchos ejemplos ostensibles de incompetencia, porque simplemente los que no se han ido o los que llegaron no existen, no se pronuncian, no ejercen sus deberes públicos.
La incompetencia del actual gobierno cava su propia tumba.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz