Raúl Flores Martínez.
Hasta dónde llega la estupidez del gobierno de la cuarta transformación que día con día da maromas y tumbos para salvar una administración fracasada desde su nacimiento.
Funcionarios Federales y aplaudidores oficiales que al ritmo del mesías tabasqueño, aplauden las peores estupideces que se les pueden ocurrir, no pensar.
Una de ellas, la más reciente, la salida del horno. “El Seguro Social dará condecoraciones a doctores, enfermeras y personal que lucha contra el Covid en la actualidad”.
Por qué no mejor dotarlos en este momento del mejor equipo para hacer frente a la pandemia; por qué no darles más prestaciones, bonos extras, un mejor sueldo y un buen seguro de vida para que en caso de que pierdan la vida, en la lucha contra el Covid, su familia cercana (esposa, esposo, hijos, padres, hermanos) puedan vivir con dignidad.
Las condecoraciones de nada sirven cuando se pierde la vida, de nada sirve cuando se tiene hambre y de nada sirve cuando se arriesga pierde la vida por no tener el equipo profesional necesario.
Estos funcionarios de cuarta, creen que con sus “grandes” ideas, se podrá seguir en la línea de batalla contra el Covid.
Esos funcionarios de cuarta poco saben que las y los médicos, incluidos todo el personal que laboran en los hospitales, luchan contra la pandemia por algo llamado amor, profesionalismo y dignidad; una dignidad arrebatada por los dichos del Presidente López Obrador.
Un Presidente que cada vez que lo escucho en su conferencia mañanera, me recuerda un libro que hicieron que me lo aprendiera de memoria en mi época de preparatoria en la UNAM.
“El Manifiesto Abierto a la Estupidez Humana” de Bazzo, Ezio Flavio; es el libro de cabecera de quienes luchan contra el “imperialismo yanqui”, contra todo avance tecnológico y compras que nutran el mercantilismo.
Un libro que me recuerda la estupidez del Presidente López Obrador que cambia de modelo (comunismo, socialismo, neoliberal) de acuerdo a su conveniencia.
El párrafo que me lo recuerda diariamente:
“Eres -para mí- un perro encadenado y cuando se te escapan algunos ladridos, no lo haces por convicción y sí por sumisión. Te codeas en las universidades con miembros de la gran muchedumbre y estás siempre buscando erudición, nunca sabiduría. Antes, decías ser comunista e imitabas a Lenin; después, decías ser marxista y tenías crisis histéricas al hablar de Marx; más tarde en el día de tu licenciatura, hasta un ciego podía diagnosticarte como un fascista-imperialista. Abres casas filantrópicas, entidades para el bien de la humanidad, pero, luego te eliges presidente-director y exiges que tus órdenes sean cumplidas”.
Así de grande es la estupidez de la cuarta transformación, una transformación de maromas diarias y aplaudidores oficiales que lo único que hacen, es dar maromas para evitar que todos nos demos cuenta que el barco se está hundiendo.