Alejandro Rodríguez Cortés*.
Ser presidente de la República es un trabajo de tiempo completo y Andrés Manuel López Obrador lo presume frecuentemente al recordarnos su junta diaria de las 6 de la mañana con el gabinete de seguridad, las famosas mañaneras y sus agotadoras giras de los fines de semana.
Ahora bien, hasta un jefe de Estado -y el de México no podría ser la excepción- debe tener periodos de descanso para estar con su familia, relajarse, leer y reflexionar sobre sus graves responsabilidades. Tiempo libre, pues.
Lo preocupante es que el mandatario nos diga que fue durante su tiempo libre cuando escribió lo que nos presenta como la política económica que seguirá su gobierno en los próximos años para enfrentar la profunda crisis por la que el mundo ya transita con nuestro país incluido.
El resultado es consistente con este desliz presidencial de reconocer que se ocupa de la economía durante su descanso y no en horas preferenciales de trabajo de gabinete: un texto de 30 cuartillas que no es sino un manifiesto personal que resume su visión ramplona reiterada ya muchas veces en los soliloquios mañaneros o en sus discursos en la plaza pública. Nada nuevo, pues.
La economía mexicana, una de las 15 más grandes del mundo, no requiere ensayos ni credos ideológicos como el presentado este fin de semana, ni se debe atender en las pausas presidenciales sabatinas o dominicales. Es algo suficientemente serio y prioritario para encararse con gran seriedad, método y asesoría profesional.
No parece ser el caso, cuando mientras el jefe de la Nación asegura sin rubor que la industria, el comercio y los servicios florecerán simplemente porque los más pobres recibirán dinero para gastar, su Secretario de Hacienda reaparece públicamente solo para tratar de justificar un nuevo impuesto a las aplicaciones electrónicas tan demandadas en estos tiempos.
Aunque López Obrador habla de modos y costumbres neoliberales ya proscritos, yo esperaría que Arturo Herrera acordara y anunciara con él esquemas de política fiscal que combatan la brutal recesión el resto del año, que alivie las necesidades de cientos de miles de personas que están perdiendo su empleo, y que trate de preservar en la medida de lo posible la
planta productiva para poder recuperarnos lo más rápidamente posible cuando termine la pesadilla de la pandemia y sus terribles consecuencias económicas.
Pero el presidente prefiere preparar el terreno para justificar su fracaso, sembrado 15 meses antes de que apareciera el Covid-19. Como el prometido crecimiento del PIB no llegará, pues simplemente hay que olvidarnos de ese indicador. Si cae -como lo hará- 10 o 12 por ciento en este 2020 en vez de crecer 4 puntos como lo prometió reiteradamente, eso no importa, porque los nuevos medidores son los etéreos “igualdad”, “justicia”, “bienestar”, “igualdad”, “felicidad”, y “espiritualidad”.
Tan descuidado es el trabajo presidencial que la única gráfica que contiene el documento que nos presentó como la nueva política económica mexicana, ilustra exactamente lo contrario a lo que dice el texto al calce: la desigualdad en la distribución del ingreso en nuestro país disminuyó consistentemente justo durante lo que él llama perverso periodo neoliberal, y ha aumentado cuando cae el ya olvidado PIB.
Economía en tiempo libre. Tiene razón el presidente cuando clama que el “rockstar” Hugo López Gatell le permita reanudar sus giras por todo el territorio nacional. Andrés Manuel López Obrador es mucho mejor caminando junto a su pueblo bueno, que confinado en Palacio Nacional redactando un documento sin pies ni cabeza.
¿Usted ya lo leyó? ¿Qué piensa al respecto?
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz