Alejandro Rodríguez Cortés*.
El servicio público conlleva una gran responsabilidad porque incide en la vida y en el bienestar, o malestar, de millones de personas. Esa responsabilidad se convierte en culpabilidad cuando el gobernante llega al poder basado en promesas de soluciones mágicas a los problemas comunes y específicos de una Nación, a sabiendas de que éstas no serán cumplidas.
Pero en México, la culpa de que en un año la economía pasara de un crecimiento modesto a una recesión incluso antes de la pandemia, no es de quien prometió una expansión económica del 6 por ciento, sino del periodo neoliberal que se proscribiría por decreto. Si eso no basta, ahí está el coronavirus para repartirle su parte de culpabilidad.
El popular presidente de la República no es culpable de medio millón de empleos perdidos: incluso presume que podrían haber sido más si no es porque se levanta temprano todos los días. No, la culpa es de perversos empresarios que deberían mantener como sea su planta laboral aunque no vendan un carajo. Tan es la culpa de quienes arriesgan todo por tener una empresa, que el mandatario impoluto no les concederá la gracia de recursos fiscales para paliar la crisis que apenas empieza: serán castigados, pues, por su insensible avaricia.
Andrés Manuel López Obrador no tiene desde ya la culpa de que su gobierno no generará 2 millones empleos que prometió apenas hace unos días, ni de que México decrecerá por lo menos un 7 por ciento este año. Esas son cosas de los agoreros del desastre que trabajan en el Fondo Monetario Internacional. Y es consecuencia de un virus cuya presencia y peligrosidad negó sistemáticamente durante meses.
Antes de asumir la culpa de que el PIB podría caer incluso en dos dígitos, AMLO prefiere sugerir que se busquen otras alternativas de medición del bienestar nacional. Ese indicador estorba si tiene un signo negativo a su izquierda. No sirve.
Desde Palacio Nacional, su inquilino no es culpable de que el sistema de salud esté desbordado. No tuvo nada que ver el haber desmantelado el Seguro Popular, sino los molestos criticones exsecretarios de Salud. Y si se mueren médicos en la lucha contra el Covid19 bien merecido se lo tienen, por haber “mercantilizado” neoliberalmente el ejercicio de la medicina.
Tampoco la violencia exacerbada y los días con más muertes violentas en la historia son culpa de quien juró erradicarlas desde el primer día tan solo con su presencia. Esas son cosas de las desatentas mamás que no educaron bien a sus criaturas, como probablemente sí lo hizo la progenitora del Chapo Guzmán, a quien fue a apapachar al pie de su camioneta.
La culpa de las mujeres maltratadas no es de sus agresores, ni del gobierno que tiene la obligación de procurar políticas públicas de protección de género. De ninguna manera: las mancilladas deben denunciar después de ser vejadas, porque si no, pues no hay manera de hacer nada. Y si marchan, ya ni hablamos, la culpa es de grupúsculos que quieren golpear y desestabilizar al inocente gobierno de López Obrador.
Tiempo de curvas epidemiológicas, cuyo aplanado se esculpe a conveniencia del populista por parte de sumisos y abyectos “especialistas” que nunca osarán contravenir la voluntad presidencial. Y cuando esto empeore, la culpa no será del mandamás de Palacio, sino de López Gatell, porque así como lo esteralizó, será fácil destruirlo.
La mal llamada Cuarta Transformación se ha convertido en un gobierno que ante su incapacidad de encontrar soluciones se dedica a buscar culpables.
¿O usted qué piensa? ¿Somos culpables también nosotros?
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz