Raúl Flores Martínez.
“Alguna vez has olido una mezcla de orines, cigarro, licor barato y miedo. Cuando lo huelas, es el lugar indicado; es ahí donde las tienen”.
Esa frase tiene más de 18 años que me la dijo en su momento, Jaime Montejo, activista de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elida Martínez” A.C, cuando lo entrevisté en sus oficinas que estaban en plena Candelaria de los Patos.
Hace un par de días, Jaime camino otros rumbos distintos a los de decenas de mujeres y hombres dedicados al sexoservicio que ayudó de manera desinteresada.
Quizá usted no sabe quién es Jaime Montejo, quizá solo googlea su nombre y aparecerán sus comunicados o unas fotografías de manifestaciones, siempre a favor de las y sexoservidores.
Pero quienes llevamos años en la lucha contra la Trata de Personas, sabemos quién es Jaime Montejo, un hombre que junto a su inseparable (esposa) Elvira recorrían todo el país, tratando de apoyar, de luchar contra las autoridades que siempre terminaban extorsionando al gremio, como él llamaba a las y los trabajadores sexuales.
Él Jaime fue quien me ayudó a filtrarme en un momento en los bares del Puerto de Veracruz, para dar con el paradero de una red de Trata de Personas dedicada únicamente a llevarles niñas y niños de 7-10 años a los turistas extranjeros en la época del Veracruz de Los Zetas. La información quedó ahí bajo ese título “El Veracruz de los Zetas”.
Hoy estoy desconcertado, entristecido y quizá molesto por no haber podido darle la despedida que todo gran ser humano merece.
Jaime es otra víctima mortal del Covid-19, es una víctima que le ganó más su corazón y bondad que esta pandemia.
Cuando se comenzó a cerrar todo en la Ciudad de México, comenzó a gestionar apoyos para las y los trabajadores sexuales, camino en las calles de la CDMX en las últimas semanas, donde adquirió el virus tratando de apoyar a muchos que duermen en ellas.
Hoy es una víctima mortal del Covid 19, una de las 2 mil 507 muertes en el país por esta pandemia. La diferencia, es que Jaime por decisión propia decidió estar en las calles para que otras y otros no estuvieran.