Raúl Flores Martínez.
Los actos de violencia de cualquier elemento de Seguridad Pública contra los ciudadanos, es algo reprobable que se debe castigar con todo el peso de la ley.
Misma ley que se debe de aplicar contra todos aquellos que la violan para estar parejos y todos contentos.
Las marchas para reprobar la muerte de Giovanni López a manos de policías municipales de Ixtlahaucán de los Membrillos, Jalisco, tiene tintes particulares que deben analizarse.
Tanto en Guadalajara como en la Ciudad de México aparecieron los llamados anarquistas o mejor dicho los grupos de choque que son pagados para hacer desmanes.
En su momento, fueron señalados en la CDMX, donde impunemente destrozan vidrios, queman personas y pintan bardas bajo la complicidad de las propias autoridades locales.
Ahora, dos elementos de Seguridad Pública golpearon a la niña de 15 años, Melanie, que estaba dentro del grupo de anarquistas que hicieron desmanes en las inmediaciones de la Embajada de Estados Unidos en la capital del país, llevan un proceso por la agresión.
Lo que debe llamar la atención es que la propia madre de Melanie “No sabía dónde iba a ir su hija”, que fue grabada con tubo en mano agrediendo a los elementos policiacos.
Con esto uno debe preguntarse ¿la ley se aplica por igual?
Mientras la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se rasga las vestiduras, exigiendo una investigación contra los dos elementos policiacos que golpearon a la menor, ¿quién exige que estos vándalos sean castigados?
Es claro que los elementos de Seguridad Ciudadana están más que enojados con la jefa de Gobierno por darles la espalda al apoyar a los anarquistas que hacen y deshacen en la Ciudad de México.
Es un hecho que tanto en Guadalajara como en la CDMX es el mismo grupo de “infiltrados” profesionales que hacen sus desmanes; son los mismos que están entrenados y utilizan el manual “Guerra de Guerrillas” para hacer sus fechorías.
Se ha dejado en claro que en la CDMX la justicia no se aplica por igual, la razón es simple, evitar el castigo a los anarquistas, le generan votos y grupos de apoyo, mientras que los policías se chinguen.