Así la crónica de varios lamepatas y seudo periodistas que tomaron el micrófono en la conferencia mañanera de Claudia Sheinbaum.
Esto no es una broma ni una parodia. Es la realidad de un periodismo arrodillado que, en su desesperación por no incomodar al poder, decide ignorar la evidencia histórica y criminal en México.
No es un secreto que por decreto presidencial susurrado al oído de los directores de información, ya no se puede hablar de “campos de exterminio”, porque según la narrativa oficial, estos no existen.
Lo que sí existen son los “adiestramientos” donde sicarios aprenden a torturar, asesinar y desaparecer personas con eficiencia quirúrgica.
Pero claro, como los aplaudidores del régimen no encontraron chimeneas humeantes ni pilas de cuerpos, concluyen que todo está en orden. Tal vez, en su infinita ignorancia, creen que la desaparición de más de 100 mil personas en México es un accidente administrativo. Si hubieran hecho el mínimo esfuerzo por investigar, sabrían que el CJNG –y otros cárteles antes– han perfeccionado métodos más eficaces que los viejos hornos de la Alemania nazi.
Ejemplo para los ignorantes, esta la cárcel de Piedras Negras, en Coahuila, los cuerpos eran incinerados en tambos de diésel. En San Fernando, Tamaulipas, se usaron fosas clandestinas. En La Guapota, Veracruz, el ácido hacía el trabajo sucio.
Estos seudoperiodistas de croqueta fácil, que van a las mañaneras por su ración de aprobación, han decidido traicionar su labor y convertirse en voceros de la desinformación.
Prefieren cerrar los ojos ante lo evidente, porque abrirlos les costaría su lugar en la nómina del aplauso oficial.
La realidad es clara: México tiene campos de exterminio, aunque la palabra moleste al poder. Decir lo contrario no es periodismo, es complicidad.