Rubén Cortés.
Después de estar sedada en el gobierno pasado, la CNTE vuelve a desquiciar la CDMX para demandar a Sheinbaum bajar la edad de jubilación de 60 a 55 años. Pero la CNTE tiene dueño. Quizá a López Obrador no le bastan los elogios que salen de Palacio Nacional.
Lo que sucede es que la CNTE olió sangre cuando la presidenta le dio para atrás a la nueva Ley del ISSSTE, que proponía aumentar el cobro de las aportaciones de los trabajadores del Estado con mayor nivel salarial, porque según Martí Batres el ISSSTE no tiene fondos suficientes.
Con los primeros amagos de 20 mil manifestantes enloqueciendo la CDMX, igual que antes de la llegada de López Obrador al poder, la CNTE ya obtuvo el compromiso del gobierno de frenar el aumento de edad mínima de jubilación: 58 años en hombres y 56 en mujeres.
Pero va por más: ahora quiere hacer ley el compromiso del gobierno, aunque para eso debe de ser votada en el Congreso, donde la presidenta no tiene todo el control. Por ejemplo, le aprobaron su reforma contra el nepotismo, pero hasta 2030 y no para 2027, como pretendía Sheinbaum.
Recordemos que, con la 4T, la CNTE tiene todo lo que ha deseado, porque es su brazo insurgente. El pasado año, López Obrador no quería que la Marea Rosa tomara el Zócalo, durante su Marcha por la Democracia, y un día antes la CNTE se instaló en la plaza de la Constitución.
En pago, la CNTE tiene la rectoría de la educación en el país. Gracias a la Reforma Educativa de López Obrador, la CNTE decide el ingreso, promoción y permanencia de los maestros en el sistema educativo, y otorga las plazas en automático para egresados de las normales.
El papel dice que “el Estado mantiene la rectoría del Sistema Educativo Nacional”. Pero no es cierto: manda la CNTE, que decide quiénes ocupan plazas y cambios de escuelas de los profesores, Universidad Pedagógica Nacional y Centros de Actualización del Magisterio.
Nuestra educación pública está bajo control de un grupo de vándalos que mangonea al magisterio en Chiapas, Oaxaca y Michoacán, los estados que concentran al mayor número de menores que no terminan la escuela, y el 30 por ciento no va a clases.
Mientras, los 100 mil maestros de la CNTE no pueden ser evaluados, porque López Obrador les dio ese privilegio: no se sabe si son maestros en realidad quienes imparten clases a los niños más pobres del país, cuyo futuro, así, es emigrar a EU.
Ya con la rectoría de la educación, ahora la CNTE pretende meter mano en fondo nacional de pensiones de los trabajadores al servicio del Estado.
De miedo.
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