La 4T: ya no hay pudor

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Dicen que la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos, y que los políticos son maestros de la simulación.

Durante décadas, México vivió un régimen de partido único que si bien fue calificado como una “dictadura perfecta”, ésta se mantuvo bajo ciertas reglas que empezaban en que cada seis años el jefe tenía que irse, y terminaban en cierto pudor de no parecer lo que era: un gobierno vertical, autoritario y antidemocrático.

Muchos de aquellos priístas que jamás mostrarían el cobre de mafiosos, corruptos y sinvergüenzas, hoy no sólo lo evidencian ampliamente, sino que juran que no son iguales a lo que siempre fueron antes de convertirse al morenismo.

Ellos, junto con los miembros de la izquierda que ha cambiado la hoz y el martillo por el caviar y la champaña, dan desde 2018 un espectáculo lamentable de inmundicia tolerada. Todo se vale, mentir, robar y traicionar, si se recita la doctrina obradorista de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.

No sólo han sido protegidos y hasta exonerados personajes como Ignacio Ovalle, Manuel Bartlett o Miguel Angel Yunes, que bien pudieron arrojarse a la misma hoguera del pasado en la que arden eternamente Carlos Salinas, Felipe Calderón o Genaro García Luna. Hoy, a la lista de cínicos se suman los nombres de Martí y Lenia Batres, Pablo Gómez, Claudia Sheinbaum y el mismísimo Andrés Manuel López Obrador.

No hay pudor en Andrea Chávez, que hace no mucho posaba junto con el gobernador César Duarte -hoy preso porque no tuvo tiempo de “purificarse” con Morena- y ahora es una delincuente electoral confesa.

Carece de vergüenza y y de progenitora Gerardo Fernández Noroña, un vulgar porro que evolucionó a porro con fuero.  Sí, el mismo pasajero de primera clase en un vuelo México-París, que frente a la imagen incontrovertible de su cómodo asiento en Air France se atrevió a negarlo hasta la ignominia. El mismo que piensa que los campos de exterminio son zapaterías.

Por supuesto que no hay pudor en los diputados que sumisamente proceden a proteger al exfutbolista y exgobernador Cuauhtémoc Blanco, e impedir que se investigue el caso de presunto abuso sexual.

Pudor es lo menos que se ve en la grosera manipulación del horripilante episodio Teuchitlán, en que la presidenta y sus aplaudidores se empeñan para que no se convierta en su propio Ayotzinapa, usado por ellos mismos hace una década en su alocada carrera ascendente hacia el poder.

¿Alguien podría justificar las groseras mentiras de los periodistas paleros de la 4T invitados al ya limpio Rancho Izaguirre?

Impudorosa es Claudia Sheinbaum al pedir que dejen en paz a Andrés Manuel López Obrador, cuando él no nos heredó precisamente paz sino muerte.

Vaya, el pudor lo perdió hasta el periódico del oficialismo, cuyo editorial es penoso recadero de Palenque para el mundo.

Y por si fuera poco, este fin de semana reaparece el impudoroso Hugo López Gatell con su rancio discurso de que el desastre de la salud pública no se debe a farsantes asesinos como él sino a “intereses comerciales”. Miserable.

Apenas llevan 6 años de impudicia.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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