Por. Ah-Muán Iruegas
Sólo era cuestión de tiempo para saber cuál sería el primer país agredido militarmente por Donald Trump. Los candidatos más obvios eran Panamá, Groenlandia y en el mediano plazo incluso Canadá. Aunque México también ha sido ya amenazado con operaciones militares en nuestro territorio, contra los narcos solamente -se supone-.
El ataque desde un portaaviones de los Estados Unidos contra los hutíes en Yemen, el pasado 15 de marzo, marca el inicio visible de las operaciones militares internacionales de ese país, en la era Trump.
Trump utilizó el factor sorpresa. Y atacó a quien no había amenazado repetidamente como a los países ya mencionados: a Yemen. Ese país sí estaba en la lista de enemigos de USA, desde que sus combatientes comenzaron a atacar a barcos mercantes en el Mar Rojo -durante la era Biden-. Lo cual interrumpe el comercio mundial de petróleo y obliga a los marinos mercantes a “dar la vuelta” por el sur de África, en lugar de pasar por el Canal de Suez, lo que encarece los precios del crudo.
Yemen intensificó sus ataques contra barcos, luego del inicio de las hostilidades por Hamás y el consiguiente contraataque de Israel contra Gaza. De modo que el reciente ataque desde el portaaviones es un apoyo indirecto a las posiciones de los israelitas en la región.
Por otra parte, el ataque a Yemen es una suerte de “tiro de advertencia” contra Irán, a quien se acusa de apoyar a los hutíes, así como a Hezbolá en Líbano y también al propio Hamás en Palestina -estos dos últimos ya muy diezmados.
Al mismo tiempo, el ataque es una “invitación” a Irán para que entre en negociaciones con USA para detener su programa nuclear. Eso es también un apoyo a las posiciones israelitas, que se han visto ya atacados previamente con cohetes por los persas.
Yemen va a contraatacar casi seguramente, pues ya tiene el armamento para hacer estragos sobre aeronaves o buques estadounidenses u occidentales. Pero aun no se sabe si continuarán recibiendo apoyo iraní, o si Irán decidirá detener su apoyo a los Hutíes.
Nadie sabe con certeza lo que puede ocurrir. Pero no hay duda de que con el ataque a Yemen, Donald Trump inicia un camino militarista en Medio Oriente, que probablemente continúe, no solo en esa región, sino tal vez en otras regiones del mundo.
Panamá es el “candidato ideal” para ser la siguiente víctima del trumpismo. No sólo porque ya se han solicitado al ejército de los Estados Unidos, planes militares para tomar control de la Zona del Canal.
Además de su importancia comercial, el Canal de Panamá tiene una importancia naval y geopolítica. El control del Canal permite a las fuerzas navales de Estados Unidos en el Atlántico, pasar “sin problemas” al Océano Pacífico, lo cual sería indispensable en caso de un eventual enfrentamiento de los yanquis con China.
China parece ser el objetivo final de la política internacional de Trump. Es decir, lo que Trump quiere es seguir siendo la potencia indiscutible a nivel mundial. Y no parece estar dispuesto a ceder a los chinos su puesto, sin dar la batalla comercial o en el extremo, militar.
La política comercial y arancelaria del trumpismo, ha sido calificada como torpe, imprudente o antieconómica. Todo lo cual puede aceptarse, si pensamos solamente en términos económicos.
Pero si agregamos el componente militar, los aranceles y pleitos comerciales adquieren mayor sentido. Si Trump quisiera ir a la guerra, entonces cobra otra dimensión el aislacionismo y proteccionismo comercial estadounidense. Pues tiene lógica tratar de ser autosuficientes si lo que se busca es una confrontación militar para recuperar su supremacía.
Donald Trump tomó el camino de las armas. Aunque ante Yemen había varias opciones diplomáticas, que Trump desechó. Se decidió por la vía militar.
Acaba también de amenazar de nuevo con la anexión de Groenlandia y constantemente dice cosas similares sobre Canadá.
Con ayuda de su portaaviones, Donald tomó su fusil y atacó Yemen. Esperemos que pronto suelte el arma. Pero es posible que Donald no suelte su fusil, durante los próximos cuatro años.