Juan Hugo de la Rosa García*.
Es muy probable que hoy se dictamine la reforma constitucional que busca desterrar al nepotismo electoral en nuestro país. Es un tema relevante en la agenda legislativa de la presidenta Claudia Sheinbaum, que comparto de acuerdo a los principios históricos por los que hemos luchado juntos. Un servidor, ahora como legislador federal, y durante muchos años como luchador social y político, con la compañera presidenta y muchos más integrantes de la 4T, hemos trabajado arduamente por desterrar conductas y acciones inmorales, esas que hemos considerado lacras del viejo régimen corrupto.
No es momento para andar con medidas a medias, menos aún por un cálculo político ahora expresado como condición de unidad del movimiento. Lo que debe sustentar y amalgamar a Morena y al movimiento de la 4T son, como he señalado, nuestros principios. Y éstos han de expresarse como nuevos valores en lo inmediato; que den señales al país y a nuestro electorado con el que nos hemos comprometido.
Por ello he solicitado una reserva al artículo segundo transitorio del Dictamen de Minuta con proyecto de decreto, que reforma varios artículos Constitucionales, en materia de No Reelección y Nepotismo Electoral. Ello a efecto de que dichas reformas tengan vigencia a partir de los siguientes procesos electorales, federal y locales, a realizarse en 2027; y no hasta el 2030, como establece el Dictamen, a partir de la presión de algunos grupos.
El nepotismo (herencia de los cargos públicos entre familiares) ha sido un cáncer en la política nacional, ejercido por aquellos que el poder público les marea y ven a los cargos como un patrimonio personal y familiar, no como una posibilidad de servicio público. El presidente José López Portillo, en los tiempos del PRI todopoderoso acuñó una cínica frase, cuando al nombrar a su hijo José Ramón subsecretario de Programación y Presupuesto, sin mayor mérito que su consanguinidad, lo denominó como “orgullo de mi nepotismo”. Así eran ellos, abusivos y descarados, por eso al país y al pueblo les fue tan mal; hasta que los cambiamos.
Es cierto que muchos hemos sido acompañados solidariamente en la lucha por nuestros familiares. O que algunos de ellos han desarrollado carrera política por su propia cuenta. Merecen espacios, sin duda. Pero no puede ser como herencia, como sucesión dinástica, en el mismo cargo que el familiar saliente. Porque, además, eso significa una ventaja antidemocrática para otros aspirantes que pueden contar con mayores méritos y mejor perfil. Y, luego, sustenta como decíamos arriba, tentaciones de abuso y de patrimonialismo.
Reitero mi compromiso de llevar a las normas constitucionales una nueva visión de la política, que se convierta en una nueva cultura, en nuevas prácticas que mejoren la función pública, en beneficio del pueblo y de la Nación. No al nepotismo a partir de las siguientes elecciones.
* Diputado Federal (MORENA), LXVI Legislatura