Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Más allá de que pueda considerarse inmoral, eso de mentir y robar no debe ser aceptado por una sociedad que se ve tan afectada por abusos o excesos. Ojalá fueran sólo pecados, pero acreditan desviaciones que están hundiendo a un país en una desgracia económica y de inseguridad, lo que afecta su perspectiva como nación independiente.

La mentira, digamos, no es tan censurable cuando se trata de la reacción natural de defensa de un niño travieso, o incluso de un adulto que se ve sorprendido o acorralado. Hay mentiras temas, mentirillas y medias verdades. Pero si la autoridad gubernamental es la que miente en cuestiones importantes y de manera cotidiana e intencional, entonces se rebaja y corrompe la vida de los pueblos.

Miren, Enrique Krauze ha advertido que en México “la verdad oficial es la mentira oficializada”. Así ha sido desde siempre, pero con la demagogia populista se ha agravado. Todo se vuelve mentira y es evidente que una lleva a otra y otra, aunque a veces puedan ser equivocaciones.

Lo usual en política es mentir para engañar, ya sea con la idea de protegerse o de sacar alguna ventaja. Y una aviesa fórmula consiste en engañarse a sí mismo, pues para convencer a los demás resulta muy útil convencerse primero uno mismo.

De entrada, el actual régimen prometió conducirse con base en tres principios éticos: “No robar, no mentir, no traicionar”. Y, claro, ha mentido en todo ello… La desvergüenza lleva a que si les descubren algo reprobable, invocan precisamente lo contrario.

En cuanto a determinados aspectos no pocos se creyeron las mentiras de la rifa del avión, del mejor aeropuerto sin corrupción, de que en salud pública seríamos como Dinamarca, de que el desabasto de medicamentos se arreglaría con una megafarmacia, de que íbamos muy bien con Pemex, la deuda y el crecimiento económico, de que se abatió la pobreza, se erradicó la corrupción y hasta se acabó la impunidad. También, ahora, de que votando por jueces y ministros ya no habrá corrupción ni injusticia.

Es infinita la cantidad de “otros datos” o mentiras que brotan entre la enorme corrupción a la que ha llegado nuestro país. El principal índice internacional de corrupción en el sector público nos confirma que México ha caído decenas de lugares, para hundirse en la peor ubicación de su historia en el combate a la corrupción: 140 mundial a la altura de Iraq o Uganda, y escasamente por arriba de Venezuela o Nicaragua. Nuestra calificación reprobatoria es de 2.6 en una escala de 10, cuando ¡el anterior presidente festejaba que había sido erradicada!

La presidenta defiende a su jefe alegando que terminó con una elevada aceptación, y ella misma minimiza esa corrupción a partir de su 78% de popularidad personal. Puede pensarse que a 8 de cada diez mexicanos no les mortifica el nivel de corrupción, pero no pocos lo repudiamos igual si es del PRI de EPN, que del PAN de Fox o de Morena con Sheinbaum y López Obrador.

Un columnista nos recuerda que entre las primeras enseñanzas del polémico abogado Roy Cohn a Donald Trump, estuvieron: “Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. Sin que importe lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota”. Y eso lo aplican él y muchos demagogos populistas como AMLO y tantos morenistas con El Mayo Zambada y sus abogados.

Con todo, es inaceptable la impune continuidad del mal gobierno que destruye nuestro país. Sus mentiras no podrán seguir defendiéndolos de culpas pasadas y presentes ante el pueblo mexicano y otros países afectados. A Estados Unidos, siempre le mintieron al negar el descontrol de los flujos de migrantes, la producción y envío de fentanilo o la protección a los cárteles del crimen organizado.

Se exhibe al mundo lo falso de la apodada 4T. Y eso debe tener consecuencias.

México va muy mal, sin duda, y “qué difícil será construir un país diferente, con gente tan indiferente”, tal como nos señala otro columnista. Si el gobierno logra engañarnos con eso de que todo está bien y no hay nada de qué preocuparse, pues ahí la podríamos llevar… habría otras cosas qué hacer.

Pero si sabemos bien que todo eso es mentira… y lo aceptamos o nos hacemos tontos por conveniencia o mera tranquilidad, entonces ya es otro el problema. Igual, podríamos resistirnos a creerlo e incluso considerar que no nos afecta ni nos atañe. Sería un grave error.

Me parece que el pueblo mexicano ya ha sufrido mucho, y que no merece un fallido y prolongado gobierno de mentiras.

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