México, vergüenza mundial     

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Nunca fuimos un país impoluto, porque no hay en el mundo nación que lo sea o lo fuera. Pero había decoro, por ejemplo, en una política exterior defensora de los derechos humanos y enemiga de las dictaduras y las autocracias.

Con todos nuestros defectos políticos internos que tratamos de corregir hacia finales de la década de los ochenta en el siglo XX, México se había opuesto con gallardía a las dictaduras de Francisco Franco, en España, y de Augusto Pinochet, en Chile, por mencionar dos ejemplos icónicos.

Hoy, en medio de la utopía populista y con el pretexto de la doctrina sobre la autodeterminación de los pueblos, el gobierno de Claudia Sheinbaum -burdo disfraz de un mandato extendido de Andrés Manuel López Obrador- decidió avalar la escandalosa asonada que Nicolás Maduro ha consumado para perpetuarse en el poder que heredó del igualmente impresentable Hugo Chávez, iniciador del desastre venezolano.

La 4T prefiere aliarse con ésta y otras dictaduras como Cuba y Nicaragua, y guiñarle el ojo innecesariamente a las autocracias rusa y china, que hacerse valer como lo que dice ser y no es: un gobierno progresista de izquierda.

¡Qué vergüenza!

Porque no sólo es ponerse del lado incorrecto de la historia, sino darle la espalda a los legítimos intereses del pueblo mexicano, que ha progresado más en el último medio siglo por su cercanía y sociedad con el mercado norteamericano, el más grande e importante del mundo, que por la absurda nostalgia de quienes llegaron al poder y añoran el rancio socialismo que ya tuvo su oportunidad y que fracasó estrepitosamente durante la segunda mitad del siglo pasado.

El llamado peyorativamente “periodo neoliberal” que trajo desarrollo, progreso y escala social -ciertamente con defectos no atendidos- ha sido sustituido en México por una borrachera de dispendio de recursos y una navegación sin rumbo, que da tumbos entre el necesarísimo libre comercio hacia el Norte, y la oxidada hoz con su martillo de retroceso.

Así como el mundo fue testigo de la debacle en Venezuela de los últimos 25 años, lo es de la destrucción de México, desde la cancelación de su aeropuerto en 2018 hasta la colonización de sus poderes legislativo y judicial, así como el desmantelamiento de su árbitro electoral e instituciones de contrapeso constitucional.

En el primer capítulo del obradorismo, amigo de Putin, Díaz Canel, Ortega, Maduro y hasta de Donald Trump, el pretexto para justificar las consecuencias de la locura fue la pandemia de Covid. En 2025, la culpa del nulo crecimiento económico y de nuestra crisis fiscal la tendrá el nuevo y convicto inquilino de la Casa Blanca, y no la estúpida forma en que desaprovechamos la oportunidad del rebote postpandémico y de la nueva regionalización de la economía mundial.

Y todo por la necedad del nuevo caudillo mexicano del siglo XXI, guiado más por ideologías transnochadas y por venganzas personales que por un verdadero proyecto de nación incluyente, democrático y económicamente viable.

¡Qué vergüenza!

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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