Por. Raúl Flores Martínez
El Zócalo de la Ciudad de México se llenó de simpatizantes que acudieron al mitin organizado para conmemorar los primeros 100 días de gobierno de Claudia Sheinbaum como presidenta. Sin embargo, la multitudinaria asistencia no estuvo exenta de polémica, múltiples denuncias y evidencias señalaron prácticas de acarreo que evocaron los métodos más cuestionados de los regímenes priistas.
Funcionarios federales y gobernadores de distintos estados fueron señalados por haber utilizado recursos públicos para garantizar la presencia masiva en el evento.
A través de los operadores de programas sociales, miles de personas fueron “invitadas” a asistir al mitin bajo la premisa de respaldar al gobierno de la Cuarta Transformación.
En muchos casos, la “voluntad” de los asistentes estuvo condicionada por incentivos como transporte gratuito, alimentos e incluso amenazas veladas de perder el acceso a beneficios sociales.
Estas prácticas ponen en entredicho el discurso de austeridad y transformación que el gobierno ha buscado abanderar desde su llegada al poder.
Las imágenes de camiones repletos de personas trasladadas desde distintos estados, así como testimonios que denuncian coacción, evidencian una contradicción entre los ideales proclamados y la realidad política.
A pesar de los señalamientos, los organizadores defendieron el evento como una muestra legítima de apoyo popular. Sin embargo, la asistencia masiva parece más un reflejo de estrategias clientelares que de un verdadero respaldo espontáneo.
Estas prácticas no solo desvirtúan el propósito de los programas sociales, sino que también perpetúan un modelo político que debilita la democracia al priorizar el control y la movilización sobre la participación libre y consciente.
El acarreo, una de las marcas más oscuras de la política mexicana, contradice la promesa de un cambio profundo.
Mientras el gobierno celebre estas movilizaciones como un éxito, la ciudadanía tiene la responsabilidad de exigir transparencia y un verdadero compromiso con los valores democráticos que se pregonan.
¿Es esta la transformación que nos prometieron o simplemente un reciclaje de viejas mañas con un nuevo rostro?
