Carlos Arturo Baños Lemoine.
Pobre Venezuela; qué triste panorama el suyo. Para un tercer mandato, el pasado viernes juró el cargo de Presidente de Venezuela el aborrecible dictador Nicolás Maduro, sucesor del también asqueroso dictador Hugo Chávez, ambos de ideología comunista.
No obstante a controlar totalitariamente el aparato de Estado, incluidas las autoridades electorales, Nicolás Maduro asume el cargo de Presidente sin haber podido demostrar su triunfo en las elecciones del pasado 28 de julio de 2024. Y hay que considerar que la dictadura comunista de Venezuela siempre presumió de tener el sistema electoral “más moderno y avanzado” del Continente Americano, ya que gracias a sus “estándares electrónicos” era posible conocer los resultados el mismo día de la elección.
Pero cinco meses después de las elecciones, el “súper sistema electoral venezolano” ha sido incapaz de demostrar el triunfo de Nicolás Maduro y, obvio, éste asumió el cargo sólo con base en la estructura dictatorial que tiene a su servicio. Maduro ha pasado a convertirse en la peor escoria comunista del Continente Americano, encabezando la tríada de la ignominia roja de América Latina (Venezuela, Cuba y Nicaragua).
La crisis política de Venezuela ha llegado a tal extremo que incluso muchos de sus aliados del Foro de São Paulo han tomado prudente y reprobatoria distancia con respecto a Nicolás Maduro. Así lo han hecho “Lula” da Silva (Brasil), Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia) y Luis Arce (Bolivia). Sólo han reconocido a Maduro gobiernos similares al suyo, que lo ven sobre todo como una útil pieza más en el tablero político mundial.
Y a estas alturas de la podredumbre política que afecta a Venezuela, una cosa queda clara: esa dictadura comunista no caerá por vía de los votos. No importa si la oposición va con Henrique Capriles (2013), con nadie (2019) o con Edmundo González Urrutia (2024), porque la dictadura comunista (ahora de Maduro) jamás aceptará la derrota electoral.
Duele decirlo, y duele mucho, pero debemos asumir que sólo las armas harán caer a la dictadura comunista de Venezuela. En este país resultan imposibles las “revoluciones de terciopelo” como las que, en la comunista Europa Oriental, encabezaron heroicamente Václav Havel (Checoslovaquia) y Lech Walesa (Polonia).
Queda claro que la dictadura comunista de Venezuela no caerá por vía de los votos ni de las muchas manifestaciones populares: sólo caerá por vía de las armas. Y, bajo esta perspectiva, sólo caben tres opciones: a) un golpe de Estado por parte de militares disidentes que sepan encarnar el hartazgo social de los venezolanos, b) un levantamiento armado de liberación nacional apoyado por naciones contrarias al chavismo-madurismo y c) una invasión militar multilateral encabezada por las fuerzas armadas de EEUU.
Y no olvidemos una cosa, por favor: la comunista-feminista Claudia Sheinbaum ha terminado por reconocer a la dictadura comunista de Nicolás Maduro. ¡Qué vergüenza!
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