Los escenarios hipotéticos para México. Realidades y fantasías

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

A la memoria de Alejandro Gil Ricasens mi amigo desde la universidad,

ha sido una indudable pérdida personal y para México,

sus colaboraciones en El Financiero lo confirman

y entre muchas cualidades, era un erudito de la política, 

en particular la de los Estados Unidos 

 

Desde hace algunos años he insistido que un análisis únicamente circunscrito al esquema natural de la ciencia política, es decir al estudio del estado-nación tal cuál, es insuficiente para entender las realidades políticas y económicas en juego, porque metodológicamente se consideran los factores externos como subordinados a los intereses nacionales o como se les denomina en la teoría de los sistemas en calidad de exógenos.

Desde luego que es a partir de la observación de un estado concreto desde donde se pueden valorar el peso de la influencia de su entorno, y sobre todo la interdependencia de un país con otro que además está considerado como primera potencia mundial: es el caso de México.

La historia de nuestro país tiene como característica un interés mundial de amplio espectro, muchas potencias han disputado dominarlo, conquistarlo o subordinarlo a sus particulares utilidades: España que lo hizo directamente durante tres siglos, Francia, y una coalición de intereses encabezados por esta última, incluyendo al Vaticano, y a las coronas austríacas y de Bélgica; Alemania que lo intentado por lo menos dos veces en el siglo pasado y por supuesto Estados Unidos de América.

Los vecinos del norte fueron los primeros en entender la excepcional importancia estratégico de México y la confirmaron desde 1808, como afirma el maestro e investigador Alberto Escalona, al adquirir el exhaustivo estudio que realizó Alejandro Von Humboldt, quien aspiraba a dirigir el Colegio de Minería ubicado en la calle de Tacuba de la Cd. de México, institución reputada en ese tiempo, como la más importante del mundo en estudios de minería, pretensión que le fue negada por lo que el iniciador de la Geografía Física, vendió a la naciente Estados Unidos su valiosísima investigación de geografía, fauna, flora y geología de México; y partió a su país donde fundó junto con su hermano Guillermo la Universidad de Berlín.

Desde entonces Estados Unidos ha ligado sus planes y crecimiento sobre el comparativo de lo que tiene naturalmente México y de lo plantado en la Nueva España el mejor lugar del imperio español para vivir.

Inicialmente los dirigentes de los estadounidenses se plantearon lograr una ruta de océano a océano. México tenía durante los tres siglos el mejor derrotero, de Veracruz a Acapulco y viceversa se comerciaban las más preciadas mercaderías de Europa y del Oriente; ellos con enormes diferencias lograron lo propio hasta la segunda mitad del siglo XIX, al instaurar la vía férrea a costa del territorio mexicano. Son muchos los pasajes que hacen centrar los objetivos de poder de Estados Unidos, pasando por México. No es el propósito de esta colaboración abundar en ello. Solamente recalcar que es el enfoque geopolítico, el que más nos acerca al análisis de lo que pasa en nuestro tiempo con esa relación que infiere una correlación con el poder mundial.

En principio, hay que aceptar algo muy evidente pero que duele. En doscientos años de México como país independiente no ha cuajado un sistema de gobierno estable. Las excepciones han sido el porfiriato y los años del PRI; en ambos casos no se pudo reproducir una cultura ciudadana en la mayor parte del país. Actualmente sigue igual, y no hay visos de congruencia; México una de las principales potencias económicas del siglo XX prácticamente no ha solidificado ninguna institución que sus habitantes en general respeten.

Tal vez el caso de Ucrania tan distinto, revele algo de lo que quiero explicar: mientras Rusia ha mantenido líneas geopolíticas sustanciales claras desde los zares, que han continuado con los soviéticos y con el régimen putinesco: manteniendo el ejército en sus etapas: imperial-rojo y ruso de la actualidad, aspirando a la territorialidad que ha tenido desde Nicolás II sin ceder un ápice; Ucrania ha experimentado una zozobra sin límite desde la caída de la URSS, queriendo experimentar un modelo democrático moderno muy forzado que no sirve para los usos prácticos del gobierno, por el contario se ha convertido en una punta de lanza de los enemigos de Rusia nada más. Y diría de primera mano, que parece que los ucranianos están en guerra contra su destino, porque su relación con Rusia más que las demás naciones que han pretendido independizarse de la coalición soviética, es consustancial a mantenerse suficientemente unida en las fuertes coincidencias eslávicas, religiosas, culturales y económicas con Rusia. Ucrania desde su origen es parte de las Rusias, como Bielorusia que sí entiende hasta extremadamente su papel político en torno a Moscú.

El punto es que como dijera mi amigo Aarón Sánchez, como que les falla a los ucranianos el “know how” de gobierno, cuestión que Rusia a pesar de su convulsionada historia tiene mucho camino andado y le entiende de manera meridiana, sabe sistematizar el gobierno y manejarlo en una pluriculturalidad impresionante.

Eso pasa por acá en América o en las Américas, porque Canadá no ha podido andar solo, como tampoco Iberoamérica, con excepciones probablemente de Costa Rica y Uruguay; la nación franco anglosajona no sale del hoyo de la insuficiencia en temas torales de gobierno, como la seguridad internacional y el financiamiento.

Y ha sido en este siglo donde las inconsistencias sistémicas han mostrado que las dictaduras, como dice recientemente Ricardo Pascoe, conviven con el capitalismo; todos los autoritarismo abiertos o simulados como México, incluyendo China o Turquía; con exclusión de Cuba y Corea del Norte experimentos dictatoriales ultra duros, de degradación humana extrema, son los únicos que no operan bajo las directrices naturales de la economía de mercado, peyorativamente llamado capitalismo.

En México hay enormes riquezas de toda índole, solo lo que ha fallado de modo persistente es la capacidad de la clase dirigente, sea conservadora, liberal, porfirista, priísta, seudo democrática u obradorista de entender los mecanismos de gobierno. No los digieren, les son ajenos, son capaces de reproducir imitaciones y más imitaciones, y detonar en fracasos y más fracasos.

Y no es problema de los mexicanos digamos de “a pie”, porque está demostrado que los millones que viven en Estados Unidos y los cientos de miles que residen en España, están totalmente integrados y respetan las reglas de esos países aún como en el caso de los indocumentados, las leyes migratorias les afectan en muchos sentidos en su vida cotidiana. Y si seguimos este razonamiento obvio, entenderemos que lo que es un común denominador es la inhabilidad para implantar un sistema de gobierno práctico y respetable.

Por eso cualquier análisis sin infecciones ideológicas como están revestidas la mayor parte de los comentarios o planteamientos sobados, muestra que en la realidad mexicana se hacen histórica y consuetudinariamente a un lado las prioridades de las necesidades de los mexicanos, para ser sustituidas por las necesidades electorales o mejor dicho la implantación de cualquier mecanismo que signifique el arribo o la permanencia al poder de los que son o quieren actuar como gobernantes.

La vida institucional de México transita necesaria y repetitivamente en la simulación, a la hora del mínimo jaloneo se cae, como se ve en este tiempo con los poderes autónomos o el poder judicial; no hubo y no hay fuerzas suficientes que los  sostengan,  si no es la burocracia de esas mismas organizaciones la que los defienda, no hay soportes; ya sea porque los ciudadanos reales las ven con muchas imperfecciones hasta de origen incluso, o los ciudadanos imaginarios – la enorme mayoría- las consideran irrelevantes. No se tiene el know how de lo que es un gobierno eficaz.

Y eso es muy perceptible: las personas piensan distinto si están al norte de la frontera o si se encuentran dentro del país. Un mismo individuo opina diferente: allá reconoce que el sistema es mucho mejor y entiende y ratifica que las reglas son necesarias incluso “buenas”, pero cuando está aquí, sí quiere cambios, pero sin costo… o modificaciones importantes, es algo fantasioso querer algo sin pagar el precio de lo que idealmente se pudiera lograr. El problema es que la gente no hace propia la realidad. Filosóficamente están de acuerdo que: “se haga la voluntad de Dios en las mulas de mi compadre, no en las mías”.

Por eso Donald Trump sabe sobradamente que el sistema de gobierno de México, incluso el de Canadá, no sirven como aparatos eficaces, y si no fuera con el trato y los apoyos que considera extraordinarios de los EUA zozobrarían. En nuestro caso: ¿que sería de México si deja de exportar a ese país, o que pasaría si no llegan los 50 mil millones de dólares de remesas a costa de un trabajo cuasi esclavizado de mexicanos que se sacrifican y abandonan a sus familias?

Es inobjetable que las élites que han gobernado hasta ahora, general y comprobadamente izquierdistas nunca han podido definirse en sus políticas orientadas sólidamente para fomentar empleos. No hay un sistema de oportunidades, a menos que al reparto de beneficios asistencialistas así les llamen como ya lo han hecho con diversos programas de corte electorero.

Los mexicanos de la cultura del poder escriban o sean funcionarios están más interesados en impulsar la migración de otros países a EUA que negociar un trato justo para los nuestros, están más interesados en proteger a los líderes del crimen que, en la vida infame de inseguridad de los mexicanos, están más interesados en las formas irrelevantes de la tradición insustancial que en los asuntos de fondo. Le llaman atacar las raíces el problema de la criminalidad, pero en realidad es una omisión de poner en práctica las medidas elementales de seguridad.

No es de extrañarse que se piense no solo como fantasía, darle vialidad a México bajo otro sistema de gobierno, uno que enderece un barco chueco por donde se le vea, porque tanto gobernantes como habitantes en general lejos de plantearse las cosas en la realidad viven en un sueño con contradicciones muy arraigadas, como dice Ramón Alberto Garza, los mexicanos quieren ser izquierdistas, pero con aspiraciones de derechistas.

En 1981 Joel Garreau escribió un libro polémico: “Las Nueve Naciones de Norteamérica” …. Continuará la próxima entrega.

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