“En la tierra paz y buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14)

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

La cultura occidental como vanguardia del mundo fue incubada bajo la influencia axiológica del cristianismo, de ahí su propensión comparativa con otras culturas con tradiciones monolíticas, por inclinarse crecientemente hacia la buena fe y la tolerancia. Por supuesto que esas libertades extensivas también han sido sesgadas para socavar sus cimientos y las desviaciones han sido profusamente documentadas.

Desde el siglo XVIII, por ejemplo, ha surgido una corriente no de laicismo como se divulga, sino de una propagación de un ateísmo oficial, que ha tratado total o gradualmente en sus diferentes esferas de manifestación de eliminar toda referencia a Dios.

Bien decía el filósofo franco-griego en los años sesenta Constantino Castoríades, que por cierto, no era ningún creyente, pero que entendía con claridad que en la modernidad este desposeimiento de Dios era el desposeimiento de la inmortalidad del ser humano, que venía acompañado a la vez de la sustitución de totalizaciones heterónomas-autónomas, por autónomas-autónomas, en otras palabras a la deriva moral; porque antes del rechazo a la Deidad, el hombre dependía en sus estrategias de vida de la normatividad divina y también la humana y se quedó en la orfandad de la limitación únicamente humana-humana.

Por supuesto que subyace en esa tendencia incluso la de identificar a la fe como una actividad proscrita del progreso, debido principalmente al rechazo explicable de confundir a Dios Todopoderoso y Creador con los que se autonombran como sus representantes. Es decir, los diferentes tipos de clero, que aducen sistemas elaborados y extrabíblicos que se corresponden a burocracias de poder y de intereses generalmente distantes de los objetivos salvíficos de la revelación de divina.

Esos cleros ya los había denunciado Jesús al referirse a los fariseos quienes no entran al Reino de los Cielos, y tampoco dejan a los que quieren entrar (Mateo 23:13).

En estas fechas el ataque por degradar a Cristo y a los creyentes en Él se ha convertido en una estratagema diseñada cuidadosamente para deslizarla en los medios y en las redes hasta imponerla como consigna oficial: una de ellas es omitir la palabra “navidad” porque se refiere al nacimiento o la natividad de Jesús de Nazareth. Ahora los promotores de la vida insustancial sin definiciones, que son muchísimos, extienden la instrucción sutil, -pero en el fondo maliciosa- difundiendo la ambigüedad de los festejos decembrinos con unas lacónicas “Felices Fiestas”, y entra en el catálogo aberrante “de lo políticamente correcto” abstenerse de decir o expresar:¡Feliz Navidad! minimizando el carácter original de celebrar la paz que Dios ofreció, desde aquélla noche a la humanidad en el mensaje a los pastorcillos de las montañas de Judea, hace más de 2024 años con el nacimiento del Salvador.

Independientemente de la precisión de la fecha histórica de este excepcional acontecimiento para la humanidad, el hecho de fijar en el calendario un festejo del natalicio del Salvador del mundo, pone de relevancia no solo su trascendental misión que se vive día con día, explicada en la Sagrada Escritura de principio a fin, sino muestra a creyentes y a los que no lo son, la verdad que Cristo partió la historia en dos, y aunque los incrédulos y ateos profesionales -porque viven y perciben de hacer del ateísmo una forma de ganarse su existencia- lo pretendan minimizar, es inevitable el hecho irrefutable que  han vivido, viven y vivirán todos en un antes o después de Cristo.

Las señales ominosas son publicitadas para consumo de los frívolos,  pero sus autores son los mercenarios de las harapientas disquisiciones del marxismo tal como las calificó el connotado intelectual jefe de Sociología de Harvard, Daniel Bell; embozados como amanuenses de textos educativos patrocinados con los impuestos de los contribuyentes, evitan hablar de la era cristiana como referencia de la Historia, y mutilan sin lograrlo  conceptualmente, omitiendo la identificación de la “era”, solamente dicen: en el año tal de “nuestra era” ; o sea, ¡sale más evidente que “nuestra era” es a partir de Cristo! ¿o partir de quién o qué es “nuestra”?

Los obstáculos siempre se van a producir mientras la invitación a ponernos de acuerdo con Dios que nos propone paz en la tierra se mantenga vigente. Es su perfecta buena voluntad y no la cambiante voluntad de los hombres donde únicamente pueda existir paz plena, por eso la hermosa oferta divina es precedida con: ¡Gloria a Dios en las alturas…Paz en la tierra y buena voluntad para con los hombres!

¡Qué este 2025 sea de bendición y le pido a mi Dios que la paz nos alcance a nuestros corazones y a nuestra tierra que tanta falta le hace ¡

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