Carlos J. Pérez García.
Estos años una comunidad de analistas más o menos liberales y progresistas ha expresado advertencias o críticas de fondo a los gobiernos anti-liberales y retardatarios que venimos padeciendo. Para no pocos cuestionadores, la denominada 4T de López Obrador y ahora Sheinbaum está mucho más cerca de una derecha fascistoide que de una izquierda marxista. Viene a ser un vulgar populismo dogmático que no es tan distinto del de Trump, con todo y que choca contra la ultraderecha libertaria de Javier Milei en Argentina o Salinas Pliego acá en México.
Miren, al igual que otros no tan radicales, este par impulsa la generación de riqueza a partir de productividad y eficiencia, a la vez que rechaza la intervención desmedida de un Estado poco apto y muy corrupto. Claro, para disminuir la pobreza y moderar en forma progresiva la desigualdad es fundamental la creación de millones de empleos productivos en coordinación con el sector privado y la inversión extranjera directa e indirecta.
Un grave problema es que también entre los empresarios hay corrupción y abusos, pero ni eso ni los dogmatismos anti-empresariales deben detener la promoción de un acelerado crecimiento económico, que resulta imprescindible para mejorar nuestra pésima distribución del ingreso. Nunca lo olvidemos.
En gran parte, no ha dejado de ser frustrante en la transición entre estos últimos sexenios, si bien es evidente que la presidenta se da cuenta de que debe hacer cambios en las contraproducentes políticas que recibió en materia de seguridad, salud, educación, justicia, migración, infraestructura, Pemex y CFE, medio ambiente o intervención del Estado, por mencionar algunas de las principales. Sería suicida limitarse a defenderlas o justificarlas como se comprometió ella con su errado y mentiroso mentor.
Tal vez deba quedar claro que, finalmente, hemos tenido razón en la gran mayoría de nuestras discrepancias, objeciones y advertencias. Una por una se han venido confirmando estos meses, pero no se trata aquí de algo tan chocante como “se los dije”, sino sólo de confirmar que no teníamos malas intenciones y que, a la larga, la realidad suele ser implacable.
En fin, México tiene que buscar ahora vías que no sean tan frustrantes y que resulten mucho más eficaces, aunque en algunos casos es ya muy difícil revertir los errores. Como apunta esta semana el director de Excélsior, Pascal Beltrán del Río: “Ya es tiempo de dejar atrás los pretextos, como culpar a los gobiernos ‘neoliberales’ de todo lo malo”. Entre tantas otras tragedias, la corrupción y la violencia se han salido de control… Gran parte de la explicación con sus soluciones está en el presente.
La presidenta ya va más allá de Calderón y culpa hoy a Carlos Salinas (1988-94) de problemas que, en realidad, De la Madrid y él tuvieron que enfrentar a raíz de las severas crisis económicas que trajo el populismo de Echeverría y López Portillo (1970-82). Al igual que en el sexenio anterior, todo eso distrae y confunde a muchos, pero de ninguna manera contribuye a solucionar los graves problemas que se han generado.
Aunque es entendible que en lo verbal no considere conveniente distanciarse de su antecesor, CSP ya tiende a hacerlo en los hechos. Así, oigan, se empieza a apreciar en casos importantes como la estrategia de seguridad o la de abasto de medicamentos, en las que ciertos “ajustes” (así los llama) se han vuelto imprescindibles.
Esto da esperanzas de que algunas áreas puedan mejorar gradualmente, pero aún tendrán que suceder muchas cosas. Vamos a ver.
* OMINOSA HA SIDO LA continuación del trágico sexenio anterior y eso se confirma con pésimos gobernadores en los estados, aunque varios de ellos ya han concluido sus períodos: Veracruz (Cuitláhuac García), Morelos (Cuauhtémoc Blanco) o Chiapas (Rutilio Escandón). Otros continúan sus desastrosos sexenios y en el torbellino de la prolongada elección de Estado se hicieron muy amigos de Sheinbaum, que coordinaba aquellos penosos desplegados de los gobernadores de la 4T en apoyo al sátrapa.
Hay hoy algunos lastres muy difíciles de sostener, entre ellos los casos de un deteriorado anciano que se vincula a poderosos narcotraficantes y otro menos conocido a nivel nacional al que empiezan a llamar “cabeza de bala”. Son muchas las apuestas en contra de ellos dos en Sinaloa y San Luis Potosí, pero ahora este escribano se inclina más por pronósticos basados en buenas hipótesis con datos duros. Ya me he equivocado.
@cpgarcieral