Alejandro Rodríguez Cortés*.
Cuando en marzo de 2022 el periodista Ciro Gómez Leyva anunció que incorporaría a Epigmenio Ibarra como colaborador de su exitoso programa, pensé inmediatamente que no era una buena idea y que eso podría terminar muy mal.
Y no porque no me gustara o guste la pluralidad en un espacio noticioso, lo que siempre se agradece y se atiende, sino por el perfil de uno de los pilares de la estrategia de comunicación en que la mal llamada Cuarta Transformación ha basado su narrativa populista y tramposa, por no decir francamente mentirosa y fraudulenta.
Epigmenio Ibarra nunca ha buscado convencer porque lo suyo es adoctrinar y, si eso no se puede, simplemente imponer. Es un vulgar propagandista que bien se ha ganado el mote del “Goebbels mexicano”, por aquello de que una narrativa falsa repetida sin fin puede convertirse en verdad absoluta.
La propaganda tiene sus propios canales y los propagandistas como Ibarra no dejarán de serlo, por más que sean enviados a un espacio serio y plural de discusión. Decía David Konzevick que las ideas pueden debatirse, pero no así los dogmas.
Por más que Ciro concedió y quizá hasta cedió, el rabioso Epigmenio jamás mostró altura de miras o alguna señal de empatía hacia quien considera -lo dijo varias veces los miércoles durante más de dos años y medio- instrumento manipulador de una supuesta oligarquía política y económica a quien el grupo radical que nos gobierna sigue trasladando sus propias responsabilidades públicas a pesar de haberlas asumido desde 2018.
Pero lo peor de todo y que corona la farsa de un operador estelar de “los otros datos”, es que el mismísimo personaje que nos ocupa ha formado parte y se ha servido de esas mafias que denuncia una y otra vez: trabajó para uno de los villanos favoritos del obradorismo, Carlos Salinas de Gortari; se agachó ante otro de ellos, Ernesto Zedillo, y se hizo millonario produciendo series de televisión para poderosas cadenas privadas calificadas por el líder populista como “la mafia del poder”.
Más aún, su “odiada” Televisa lo rescató este mismo año de su quiebra financiera, al adquirir la mayoría de las acciones de su empresa, Argos, donde ahora produce él mismo una nueva serie protagonizada por quien estuvo casada con el presidente Enrique Peña Nieto, ambos objeto de feroces críticas del propio Epigmenio cuando actuaba como opositor mientras se enriquecía, viajaba, comía y bebía como capitalista malvado y abusador, igualito a quienes dice combatir.
Pero si algo faltaba para desnudar sus falsedades de dizque progresista -champañero, gourmet y bon vivant, diría yo- esa empresa del guerrillero Epigmenio Ibarra recibió del gobierno de Andrés Manuel López Obrador lo que éste negó a miles de empresarios afectados durante la pandemia de Covid: un crédito de 150 millones de pesos otorgado por el Banco Nacional de Comercio Exterior, institución pública, que ni siquiera ha cubierto en su totalidad.
¿Qué se podría esperar de este sujeto quien ni siquiera mostró generosidad con su anfitión radiofónico Ciro Gómez Leyva cuando éste fue víctima de un atentado contra su vida en pleno sexenio de los abrazos y no balazos?
Claro: no se fuera a enojar su patrón, como ahora lo hizo su patrona (con A), por el desaguisado del pasado miércoles, que ojalá sea el último de ese lamentable segmento mediático.
Y a ti, Ciro, nuevamente mi abrazo y solidaridad, por lo pasado, por lo presente y por lo que venga.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz