Humberto Morgan Colón.
En reiteradas ocasiones se acude a la filosofía para pensar los grandes problemas del tiempo en el que vivimos, por ello, tienen cabida los siguientes cuestionamientos. ¿Qué tiene que decir la filosofía sobre la actualidad? ¿Cómo puede ser útil para la vida? ¿Puede ella cambiar el mundo?
La representación que nos hacemos de la filosofía, comenta Stajnszrajber, es la de una disciplina que parece irse siempre por las ramas, pues existe una idea instalada, de que la filosofía es un lenguaje que busca más bien eludir la realidad, colgarse en disquisiciones alejadas de la urgencia de los problemas actuales.
Como cuando preguntamos, ¿Si la nada es algo o la nada no es nada? o ¿Si el otro es definible o es justamente otro porque no se le puede definir? o como más de una vez se ha dicho de la filosofía para definir su actitud supuestamente esquiva con los temas que urgen. La filosofía se rasca, donde no pica.
El filósofo argentino inquiere: ¿Qué es un problema? ¿Quién decide lo que es un problema contemporáneo o más bien quien lo determina? ¿Por qué la insistencia de que la filosofía no se ocupe de lo que el sentido común de una época considera los problemas más importantes de la actualidad? ¿No debería impulsarnos más bien a una fuerte sospecha, cuando tanto se subraya? ¿No deberíamos preocuparnos más bien por aquello que se nos pretende sacar de la vista?
Pero entonces, ¿Qué es ser contemporáneo? ¿Repetir lo que se establece como problemas de la actualidad? O poder vislumbrar los modos en que se construye esa actualidad impersonal. ¿La actualidad describe su tiempo o es siempre una construcción y si fuese una construcción? No tiene la filosofía que sospechar de lo que se presenta como actualidad, evidenciando, como detrás de una categoría temporal neutra, se esconden los intereses y privilegios del poder en turno.
Obviamente el que la actualidad sea una construcción, no significa que no haya tiempo, sino que podemos poner en cuestión la suposición infundada de que la idea de actualidad describe de modo absoluto todo lo que está sucediendo en el presente. Así se abre otra interrogante, ¿Ser contemporáneo entonces, es nunca terminar de ser absolutamente contemporáneo?
El sentido común indica que hay que rascarse donde si pica, causa y efecto. Si hay un problema, lo resolvemos. ¿Pero qué efecto generaría romper este condicionamiento y rascarse donde no lo amerita? ¿Qué nuevas perspectivas, sensaciones, experiencias se abrirían y sobre todo, quién dijo que hay zonas del cuerpo que no pican? Todo pica nos dice Stajnszrajber, ¿cómo no va a picar si la mitad del mundo se muere de hambre, cómo no va a picar si nacemos para morir. ¿No será entonces que tenemos la mitad de nuestro cuerpo anestesiado? Rascarse donde no pica es sacarnos esa anestesia y a la vez preguntarnos ¿Cómo llegamos a estar anestesiados?
La filosofía es inactual, intempestiva, extemporánea, afirma el filósofo ¿Pero qué significan estos términos? Inactual podría representar lo obsoleto, lo anacrónico o lo que está fuera de época. Lo que ya no es útil para el presente y entonces, podemos preguntarnos por ejemplo, ¿es obsoleto el banquete de platón para comprender los vínculos amorosos de nuestros tiempos? Pensémoslo al revés.
Lo que sí está claro, es que la física aristotélica es obsoleta para explicar el movimiento de los cuerpos, la ciencia no es inactual a diferencia de la filosofía, nadie construiría un ascensor siguiendo los lineamientos de la física de Aristóteles, aunque increíblemente muchos podríamos repensar nuestros problemas afectivos con la sola lectura de la asimetría entre el amante y el amado en el primer discurso del banquete de platón, por qué los textos filosóficos se rascan donde no pica.
También es cierto, que una cosa es subirse a un ascensor y otra cosa es subirse a un proyecto afectivo inactual, aquí significa una inadecuación entre las metáforas que utilizamos para narrarnos a nosotros mismos y el modo en el que nuestro tiempo nos exige que nos adaptemos al sentido común hegemónico. Pero las metáforas solo caducan según Nietzsche, cuando ya no producen sentido.
La inactualidad de ciertas metáforas, a la inversa en este caso, provocan casi sin querer, nuevas perspectivas que ponen sobre la superficie lecturas encriptadas. Desencriptar, desenterrar y clarificar nuestro tiempo, siempre ha sido una tarea de la filosofía.
Algunos hombres nacen póstumos repite siempre Nietzsche, pues la palabra póstumo remite a lo que acaece después del entierro, lo inactual no sólo rompe el tiempo presente con figuras del pasado sino que además anuncia lo que siempre está por venir. Pero hay un segundo sentido de la palabra inactual, más pensado como intempestivo o extemporáneo, que lo liga a la idea de algo inoportuno, como quien llama por teléfono a las 3 de la mañana por algo intrascendente.
En Friedrich Nietzsche, coinciden ambos sentidos, ya que ser intempestivo es importunar el sentido común de su época, a través de una práctica filosófica que cruza y relee textos de todos los tiempos. Entonces, ¿cómo cuestionar el presente si nos encontramos absorbidos por ese mismo presente con sus formas, sus lenguajes y sus mandatos?
Si nos colocamos absolutamente por fuera del presente, no incidimos. Si repetimos sus fórmulas, lo reproducimos. Por eso, sólo nos queda habitar la frontera, transitar los márgenes, pensar desde el entrecruce de los tiempos, ser intempestivo. Con lo cual, tal como lo enuncia Roland Barthes leyendo a Nietzsche, no solo la filosofía sino lo contemporáneo mismo, se nos vuelve intempestivo.
¿Y qué otra cosa es ser contemporáneo?, sino vislumbrar no sólo las luces, sino también las sombras de nuestros tiempos, esta última metáfora es la que utiliza Giorgio Agamben para pensar lo contemporáneo: Cuando hay demasiada insistencia en iluminar un espacio, se vuelve más que nunca necesario vislumbrar sus zonas de penumbra, fijar la mirada en la oscuridad y se hagan ver para que demasiada luz no nos encandile y nos oculte todo lo que siempre queda afuera.
No se trata de apartar la mirada a lo que sucede en la coyuntura, concluye Stajnszrajber, sino abordarla a partir de una cartografía de lo visible, que incluya sus propias sombras, no enceguecernos con las luces del presente y ejercitar la mirada de lo oscuro.
Nada más contemporáneo que rascarse donde no pica.