Raúl Flores Martínez.
En el paraje conocido como Llano de Vidrio, en el Ajusco, decenas de madres buscadoras se reunieron para emprender una búsqueda que pocos se atreven a realizar: encontrar los restos de sus seres amados, desaparecidos desde hace años.
Con las manos, herramientas rudimentarias y una determinación inquebrantable, estas mujeres enfrentan el frío, el terreno agreste y la indiferencia institucional para intentar dar una respuesta al vacío que dejó la ausencia de sus familiares.
Durante cinco días de búsqueda en la zona, las familias encontraron un cráneo y una mandíbula, un hallazgo que reaviva la esperanza, pero también subraya la tragedia que enfrentan.
Familias provenientes de Morelos, Guerrero, Querétaro, el Estado de México, la Ciudad de México y Tamaulipas han unido fuerzas en esta misión que desafía no solo las inclemencias del tiempo y el terreno, sino también a las propias autoridades ya la resignación de no volver. a ver a quienes buscan.
En este escenario de dolor y valentía, madres, hermanas y esposas rasgan la tierra con las manos y palas improvisadas. Entre ramas rotas y bolsas pestilentes, impregnadas del hedor de animales en análisis, escarban con la esperanza de encontrar huesos, pequeños fragmentos que les permitirán recuperar la dignidad arrebatada por la desaparición de sus seres queridos.
El Llano de Vidrio, con su terreno escarpado y vegetación densa, es un lugar que las familias nunca imaginaron como destino en su búsqueda. Sin embargo, aquí están, desafiando las bajas temperaturas y los caminos empinados. Para estas madres, detenerse no es una opción: cada día en el campo de búsqueda es un paso más hacia la posibilidad de darle sepultura a quienes tanto anhelan encontrar.
Para estas mujeres, la búsqueda no solo es una misión, es un acto de resistencia ante un sistema que las ha abandonado, pero que no ha logrado quebrar su esperanza ni su amor infinito.
La lucha de las madres buscadoras es un recordatorio doloroso de la crisis de desapariciones en México, pero también un testimonio de la fuerza y el amor que las impulsa a seguir adelante. En cada fragmento de tierra removido, en cada hallazgo, persiste el grito silencioso de justo.