Boris Berenzon Gorn.
El día de hoy se iniciaba una significativa actividad académica en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, que alberga tanto a la Biblioteca Nacional como a la Hemeroteca Nacional, en la que se daría inicio al semanario Revolución en el París del siglo XVIII, dictado por el doctor Robert Darnton, así como el homenaje titulado De gatos, piratas y otras sorpresas. La historia cultural en la visión de Robert Darnton. lamentablemente, debido a una neumonía del profesor Darnton, ambas actividades se han pospuesto. Desde este espacio, deseamos una pronta recuperación para el doctor Darnton y esperamos que pueda estar entre nosotros lo más pronto posible para compartir sus valiosas reflexiones.
Las actividades están dirigidas por Manuel Suárez Rivera y Pablo Avilés Flores, ambos coordinadores del Programa de Historia del Patrimonio Documental Mexicano. Suárez Rivera, además, está a cargo del Fondo Reservado de nuestra Biblioteca Nacional. Esta iniciativa de los coordinadores refleja un cambio paradigmático en la manera de entender la cultura y la historiografía, especialmente en lo que respecta al papel de los libros en la historia. La visión de Darnton, que se ha consolidado como un referente crucial en la historia del libro, nos invita a replantear la concepción tradicional de los libros, alejándonos de su tratamiento como simples objetos de veneración para convertirlos en mundos vivos, habitables, que dialogan con su contexto social, político, y cultural. Esta reflexión constituye un cambio de enorme relevancia para la bibliografía y la historia del libro en México.
La tradición bibliográfica en México tiene una historia rica y profunda, marcada por figuras clave que contribuyeron a la preservación, estudio y difusión del patrimonio documental del país. Desde los primeros esfuerzos por catalogar y describir las bibliotecas y la producción editorial en México, estos pioneros sentaron las bases de lo que hoy entendemos como bibliografía nacional. Juan José de Eguiara y Eguren, con su Bibliotheca Mexicana (1755), es uno de los primeros y más importantes ejemplos de esta tradición. Su obra no solo ofreció un inventario exhaustivo de la producción bibliográfica en el virreinato de la Nueva España, sino que también destacó la riqueza intelectual y literaria del México colonial. De igual importancia fue José Mariano Beristáin y Souza, quien, en su monumental Biblioteca Hispanoamericana Septentrional (1816), realizó un trabajo similar, pero con un enfoque más amplio, abarcando también las publicaciones de la región norte de América Latina.
A lo largo del siglo XIX y XX, otras figuras continuaron esta labor de recopilación y análisis, cada una aportando un enfoque particular sobre las distintas etapas de la producción editorial en México. Joaquín García Icazbalceta, con su Bibliografía Mexicana del Siglo XVI, y Nicolás León, con la Bibliografía Mexicana del Siglo XVIII, jugaron un papel crucial en el establecimiento de los estudios bibliográficos de las primeras épocas de la imprenta en el continente americano. Otros, como D. José Toribio Medina, con su obra sobre La imprenta en México, se centraron en la evolución de la producción tipográfica en el país, crucial para entender la circulación del conocimiento en la época colonial. Por su parte, Manuel Antonio Valdés, José María Lafragua, José María Vigil y Ernesto de la Torre Villar, Ignacio Osorio, José G. Moreno de Alba entre otros, completaron un panorama detallado sobre la historia bibliográfica mexicana, con énfasis en los aspectos técnicos y socioculturales que influyeron en la producción de libros y documentos en México. Estas figuras y sus trabajos han sido fundamentales para el desarrollo de la bibliografía mexicana, brindando las herramientas necesarias para comprender la evolución de la cultura escrita en México y su relación con los contextos históricos y sociales del país.
Robert Darnton, en su influyente texto What is the history of books? (publicado por primera vez en Daedalus en el verano de 1982), aborda la historia del libro como un campo de estudio que trasciende las materias físicas o tecnológicas asociadas con los libros. En sus palabras, la historia del libro no solo examina las fases del proceso de producción del libro, sino que también se ocupa de las variaciones de este proceso a lo largo del tiempo y del espacio, considerando sus relaciones con otros sistemas, tales como los económicos, sociales, políticos y culturales. Esta visión es fundamental porque redefine el libro no como un objeto estático y sacralizado, sino como un medio dinámico, un vehículo que refleja y está inmerso en las estructuras de poder, las tensiones sociales y las inquietudes de las sociedades que lo producen y consumen.
La crítica de Darnton va dirigida, en parte, contra la tendencia a considerar al libro como un fetiche, un objeto venerado en sí mismo, que se valora por su estética, su antigüedad o su rareza. Este enfoque tradicional ha reducido muchas veces el estudio de los libros a una disciplina casi materialista, en la que los libros se observan más como artefactos de valor histórico y menos como portadores de significados sociales y culturales complejos. Darnton propone un cambio radical en este enfoque: los libros, más allá de ser simples objetos de colección o fetiches, son “mundos vivientes” que reflejan las realidades sociales y las tensiones de las épocas que los producen. Así, los libros no solo representan el pensamiento de su autor, sino que también son testigos de las relaciones sociales, los sistemas de poder y las estructuras ideológicas en las que se insertan.
El enfoque propuesto por Darnton tiene una gran resonancia en el contexto mexicano, especialmente cuando se analiza la bibliografía nacional y el estudio de los fondos documentales que custodia la Biblioteca Nacional y otras instituciones de importancia. En México, la tradición bibliográfica ha jugado un papel central en el desarrollo de las ciencias sociales y humanas. Sin embargo, este enfoque tradicional ha sido en muchos casos limitado por una visión demasiado centrada en los libros como objetos raros y preciosos, y no como fuentes vivas de información que permiten analizar las dinámicas sociales, culturales y políticas de su tiempo.
El trabajo que realizan Manuel Suárez Rivera y Pablo Avilés Flores en el Programa de Historia del Patrimonio Documental Mexicano es una de las iniciativas más relevantes que busca superar esta visión estática del libro. En lugar de ver los libros y documentos históricos como meros objetos de conservación, los coordinadores del programa promueven una comprensión más amplia y profunda, que se adentra en el análisis de los libros como grandes caminos de comunicación cultural y de manifestaciones sociales. Este enfoque implica ver los libros no solo como registros de un pensamiento individual, sino también como elementos que forman parte de una red mucho más amplia de interacciones sociales y culturales de las comunidades en donde se producen y editan.
La concepción de los libros como “mundos vivos” también invita a una reconsideración de los contextos en los que estos textos son producidos y leídos. Cada libro, según esta perspectiva, lleva consigo los rastros de las condiciones materiales, las estructuras de poder y los conflictos sociales que definieron su existencia. Así, no se trata solo de estudiar lo que dice el autor, sino también de comprender cómo los libros eran recibidos por sus lectores y cómo sus mensajes fueron transformados, distorsionados o reinterpretados a lo largo del tiempo.
El homenaje a Darnton, titulado De gatos, piratas y otras sorpresas, también refleja un acercamiento más amplio a la historia cultural, un campo interdisciplinario que busca entender los fenómenos culturales más allá de los grandes eventos políticos o de las figuras históricas. La historia cultural se ocupa de los objetos cotidianos, las costumbres, los imaginarios populares y las prácticas sociales, buscando comprender cómo la cultura se produce, se distribuye y se consume en la vida cotidiana. En este contexto, los libros adquieren un papel fundamental, pues son rutas privilegiadas para explorar la cultura escrita, pero también son productos sociales que participan de las luchas ideológicas, las disputas políticas y las aspiraciones colectivas de las sociedades que los producen.
En este sentido, la apuesta del Instituto de Investigaciones bibliográficas se inscribe dentro de una visión moderna de la historia cultural que busca integrar los libros y los documentos en su contexto social más amplio. Los libros no solo son productos del pensamiento intelectual, sino también reflejos de las estructuras sociales, de los mecanismos de poder y de las relaciones entre diferentes grupos y clases sociales. Este enfoque permite una comprensión más rica y compleja de la historia, que no se limita a los grandes acontecimientos, sino que también abarca las dinámicas cotidianas y las formas en que la cultura se transmite y se transforma.
El enfoque propuesto por Robert Darnton en su obra sobre la historia del libro constituye un cambio fundamental en la manera de concebir los libros dentro de la historiografía y la cultura. Al pasar de una visión fetichista del libro como objeto de veneración a una perspectiva que los entiende como elementos vivos y habitables, que reflejan y participan en las dinámicas sociales, políticas y culturales de su tiempo, se abre un vasto campo de posibilidades para el estudio de la historia del libro y la bibliografía en México. Esta reflexión también marca un punto de inflexión en la forma en que debemos entender los documentos históricos y su relación con la historia cultural en general. Se está sentando una nueva base para la historiografía bibliográfica en México, una base que, sin abandonar el respeto por el patrimonio documental, reconoce la importancia de los libros como portadores de mundos complejos y como elementos claves en el estudio de las sociedades que los producen. Este es un cambio prometedor que merece ser celebrado y apoyado, ya que abre nuevas vías para una comprensión más profunda de nuestra historia y nuestra cultura.