Ciudad de México.- La prensa amarillista y los gobiernos de la época se encargaron de crearles mala fama. Los Panchitos fueron una de las pandillas más emblemáticas de la época de los llamados “chavos banda”, es decir, de aquellos adolescentes y jóvenes que padecieron en toda su crudeza la crisis económica, política, social y cultural del México de los años ochenta del siglo XX y que, en aras de sobrevivir y de hacer más llevadera dicha crisis, se agruparon en “bandas” para “sobarse las heridas” de la vida cotidiana buscando darle un poco de sentido a la existencia misma.
México pasó de los excesos de los regímenes populistas (1970-1982) a la crisis de la deuda (1982). Y, entonces, primero llegó la quiebra de empresas, la súper inflación, la devaluación del peso, los recortes de personal, los despidos masivos, el desempleo, el subempleo, los bajos salarios, el aumento de la informalidad, la multiplicación del ambulantaje y el surgimiento de los “mil usos” (o “multi-chambistas”). Después entró en escena la desintegración familiar, la violencia callejera, el consumo excesivo de alcohol y de otras drogas, el aumento de la inseguridad pública y la multiplicación de la delincuencia. Y siempre, como inevitable constante, la corrupción gubernamental.
En tales circunstancias ¿qué futuro les esperaba a los chavos de aquella época? Para la inmensa mayoría de los adolescentes y los jóvenes de ese entonces se achicaban las oportunidades de mejoría y de movilidad social. Asimismo, los apoyos habituales escaseaban (cuando no desaparecían de plano) porque las familias mismas estaban en la ruina. ¿Tenía caso seguir estudiando, buscar un empleo o continuar esforzándose? ¿Para qué? Y obvio es que la peor parte de toda esta crisis la padecían los chavos de la clase baja, de los barrios, de las colonias populares, de las “ciudades perdidas”.
Y, en ese contexto gris y desesperanzador, muchos chavos de “los márgenes de la sociedad” hicieron suyo el grito salvaje, más bien rugido, del movimiento punk: “¡No hay futuro!”, que la banda adaptó como “¡Punk es chido, no hay futuro!”.
Y esos chavos se agruparon en “bandas” para “alivianarse” existencialmente escuchando la desgarradora música del rebelde punk-rock o algo parecido, dándose “un toque”, embriagándose con alcohol de baja calidad (pero muy barato y accesible) y danzando como tribu aborigen. Y, por supuesto, la anti-estética también se hizo presente: cortes mohicanos con pelos engominados y multicolores peinados en punta, chamarras de piel o cuero (claro, siempre de imitación) con un chingo de estoperoles, desgastados pantalones de mezclilla, zapatos industriales (“nunca me verás descalzo”) o tenis marca Converse, Panam o Vans (robados o piratas), camisetas desgarradas (como sus vidas), etc.
Cierto, hubo mucho atraco, sobre todo de camiones repartidores: chelas, refrescos, botanas, alimentos (pan y lácteos, sobre todo)… Pero también llegó a haber, quién lo dijera, códigos de ética: madrizas de “patín y trompón”; palos y cadenas sí, pero nada de navajas ni de pistolas; nada de agresiones sexuales; respeto a los ancianos, las mujeres y los chavitos; unidad entre bandas (incluso contrarias) frente a la continua represión policíaca; castigo ejemplar a los “soplones” (“chivatos”) u “orejas del gobierno” (infiltrados).
Y sobre esta historia colectiva de crisis, resistencia, sobrevivencia y reivindicación tienen mucho qué decir Los Panchitos, esa horda de “chavos banda” que se movió por poco más de una década (los “años dorados”) en las plazas públicas, los congales, los hoyos, las tocadas, las calles, los callejones y los escondrijos de Tacubaya, Observatorio, Cuajimalpa y Santa Fe, siempre en franca disputa frente a su fiera contrincante: la B”U=K, o Banda Unida Kiss y, luego, Banda UVA (Unión de Vagos Asociados) Kiss.
Por supuesto, tanto Los Panchitos como la B”U=K tuvieron bandas asociadas en toda la zona conurbada de la Ciudad de México, de tal suerte que todas las bandas de la megalópolis tenía nexos con una u otra pandilla.
¡Y qué gusto haber sido uno de los invitados “de honor” a la celebración del 46 aniversario de Los Panchitos! Del corazón me sale agradecerle a mi querido amigo Humberto Morgan, uno de los fundadores y líderes históricos de Los Panchitos, la especial invitación que me hizo para asistir a tan magno evento!
Allí, en la explanada del Salón de Usos Múltiples que se encuentra frente al Teatro de la Juventud, Alcaldía Álvaro Obregón (cuna de Los Panchitos), nos encontramos con la banda (algunos ya convertidos incluso en bisabuelos): hubo lágrimas de nostalgia, brincos de gusto y abrazos fraternos entre licores de todo tipo y humaredas marihuaneras. Y, claro está, no podía faltar “el activo“ escondido en bolsas de plástico… ¡saquen para andar iguales, pinches viciosos lacras de la sociedad! Jajajajaja…
Y entre alcohol y otras drogas, la banda prendida se la pasó “suave y en paz”. Incluso hubo tiempo para la sensibilización política: ¡cómo que el actual régimen quiere clasificar al narcomenudeo como delito digno de la prisión preventiva de oficio!
Un sol abrazador nos hizo sudar hasta el empapamiento total aquel domingo 17 de noviembre. Una celebración más de Los Panchitos para rememorar y celebrar el grito salvaje del movimiento punk. ¡Grito de rebeldía!
¡Felicidades, mis queridos Panchitos! ¡Punk es chido, no hay futuro!
Para terminar: ¡gracias por todo, querida Eldy!
Texto, fotos, videos y entrevistas a cargo de Carlos Arturo Baños Lemoine / Editor en Jefe de El Arsenal. Diario Digital