Alejandro Rodríguez Cortés*.
Más allá de basar todas las expectativas económicas para 2025 en un pronóstico de crecimiento absurdamente optimista que no se cumplirá y en un falaz plan para reducir el déficit fiscal, el presupuesto del primer año completo de Claudia Sheinbaum desnuda las ominosas características de su gobierno y del anterior: la negación, el engaño, la indolencia y una muy obvia como descarada incompetencia.
El diagnóstico real es contundente: México tuvo en el sexenio anterior el peor comportamiento económico en casi 4 décadas y ahora mismo está en franca desaceleración que se convertirá en recesión el año entrante; ya no hay dinero disponible para gastar porque, por ejemplo, multiplicó por 10 el monto de apoyos sociales sin buscar nuevos ingresos y recortando otros programas gubernamentales; la deuda creció 7 billones de pesos en 6 años y lo hará en 1.5 billones más en el primer año del segundo piso… y un sinnúmero de etcéteras.
La presidenta pagará la borrachera populista y si no quiere pasar a la historia como la gran villana (con A) del siglo XXI, tendrá que realizar una verdadera reforma fiscal, esa que tanto les preocupa a quienes sólo velan por la popularidad propia y los votos ajenos.
El paquete económico 2025 es una utopía, también con A. Quienes lo armaron olvidaron -o francamente ignoraron- la pausa en la inversión privada ante la destrucción institucional y la falta de certeza jurídica perfilada por el plan C y la destrucción del Poder Judicial mexicano, así como el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos.
La fatal combinación de coyunturas exigía más realismo y pragmatismo que la agencia Moody’s previó que no llegaría, por lo que no tuvo que esperar la presentación del documento citado para alertar que México no se ve bien.
Pero el colmo llega con un ejemplo que nos quieren hacer ver como anecdótico y que es dramáticamente profundo: en el proyecto de gasto 2025 se planteó una reducción del 10 por ciento en el presupuesto de las universidades públicas, incluidas las joyas de la corona: la UNAM y el Politécnico.
Y entonces bastaron un par de horas para que llegara el señalamiento de una de tantas contradicciones de la mal llamada Cuarta Transformación: ¿cómo aumentar, como prometieron, la matrícula de educación superior con miles de millones de pesos menos?
Luego, al más puro estilo de los tumbos y maromas chafas del régimen, la atribulada Secretaría de Hacienda señaló que se trataba de un error, y que las asignaciones presupuestales para la UNAM y el IPN equivaldrían a las del año pasado más el correspondiente índice de inflación. (Por cierto, no sabemos si la tijera se mantendrá para el resto de las instituciones educativas del Estado mexicano).
Este es, insisto, un claro ejemplo del desastre gubernamental. Si lo de la máxima casa de estudios fue un yerro, éste exhibe una incompetencia supina a la que parece que ya nos acostumbramos pero no hay que dejar de señalar. Y si fue el clásico “a ver si es chicle y pega” seguido de un “usted disculpe”, pues retrata la citada indolencia obradorista. Y ya ni hablar de que apenas se dieron cuenta de lo que costará su elección de jueces, magistrados y ministros.
Así las cosas del segundo piso, endeble por definición, porque se erige sobre una fallida planta baja. Todo mal.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz