Por. Rubén Cortés
La reforma judicial de México (que hasta ahora en el mundo sólo existe en Bolivia) será imitada por el gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro, quien convocó a una consulta para la elección de jueces mediante el voto popular.
Pero, aunque existe en Bolivia y la anuncian México y Venezuela, el sistema de votación es original de Cuba, y consiste en que el gobierno selecciona a los candidatos, y se los presenta en una lista a los ciudadanos para que la voten.
Maduro informó a sus gobernados que los candidatos a jueces serán designados por el partido gobernante (Partido Socialista Unido de Venezuela), al igual que aquí lo hará Morena; y en Bolivia lo hace Movimiento al Socialismo; y en Cuba, el Partido Comunista.
No es la reforma judicial la única imitación de Maduro al sistema político de México: qué tan adelantada estará la 4T en la captura del poder absoluto, que Maduro le copió también la ley de extinción de dominio.
Desde 2019, en México quien gobierne puede, mediante la Ley Nacional de Extinción de Dominio, “disponer de forma anticipada de inmuebles, dinero en cuentas y efectivo de los acusados, sin esperar veredicto judicial y resulten inocentes”.
El dictador Maduro no tenía una ley semejante a ésta, que se aprobó López Obrador a un año de llegar al poder, y que heredó a su sucesora, quien la está reformando para hacerla más férrea contra los acusados.
Pero lo que no tiene un dictador como Maduro es el poder tremendo de la Ley de Austeridad, que sí posee quien gobierne en México, también desde 2019; y que es en los hechos una partida secreta como la tristemente célebre de Carlos Salinas.
La Ley de Austeridad permite disponer por inspiración personal de una parte del presupuesto del Estado (nueve billones de pesos) y destinarlo a lo que quien gobierna desee, sin tener que contar con nadie. Todo eso, por ley: sin tener que aplicar la fuerza.
Lo cierto es que el chavismo se tardó casi tres lustros en amarrar la autocracia punitiva que encabeza hoy Nicolás Maduro, pues su antecesor, el fallecido Hugo Chávez estuvo desmantelando la democracia desde 1999, hasta el momento de morir en 2013.
En cambio, López Obrador tardó en México seis años (2018 a 2024) y heredó a su sucesora un sistema político autocrático legal (y también punitivo como el chavismo) sin contrapesos institucionales ni división de poderes, pues controla al Judicial y al Legislativo.
El gran aporte de López Obrador a la teoría del populismo autocrático fue, como él mismo repetía como letanía en las Mañaneras, que “gobernar no tiene ciencia”: la verdad es que se agarró el país en menos de cinco años.
Poco tiempo.