José Novoa*.

Así como el presidente de la República durante un buen número de años y en forma monotemática hacía continua referencia a Salinas de Gortari como el “innombrable”, en un discurso que inicialmente pudiera parecer un hábil estribillo para demonizar una pasada administración, tono abiertamente maniqueísta y diseñado para ganar seguidores y adeptos, la elección del títere sucesorio ha dejado a éste (ni siquiera merece que se le diga “ésta”), en la total anomia, es decir otra innombrable.

Cruel destino de alguien a quien en su desmedida necesidad de absoluto control, no hizo, sino que manufacturó, hay que admitirlo, a la perfección.

Una vez entronizado en el poder, el títere se ha dado cuenta tal vez, sólo tal vez, que no solamente es innombrable en función de no ser otra cosa que una extensión convertida en objeto, ¡vamos!,  el brazo largo, el adminículo si se prefiere, del poder de facto del rey de palacio, asiento de lo que alguna vez pretendió ser una democracia, sino que también innombrable en lo demás.

Si el pleonasmo se define cómo el innecesario juego de una taxonomía que abunda en lo obvio sin aportar nada, en el caso que nos ocupa, la obviedad de la innombrabilidad del títere deja el campo poco sesudo del pleonasmo para abrir de capa el terrible espacio donde el no ser nada, se ha transformado ya en un foro donde ni los reflectores iluminan, ni los micrófonos transmiten, ni las imágenes plasman a quien fué designado para ser éso, un títere. Pedazo de tela o madera, tirado por hilos o cables por quien, detrás del escenario oculta la faz del desprecio, la venganza y el odio.

 

El Maestro Titiritero.

Parte dos:

Ya elegida para no ser nadie en un trágico juego de ironía se le ha conferido aparentemente el poder ejecutivo en la figura de la presidencia de lo que hasta hace poco tiempo se preciaba de ser una república.

Así alguien que no es, ostenta el cargo supremo que le confiere el mando sobre un país que sí es.

La innombrable, llevando a cuestas la pesada carga de no ser un alguien se enfrenta así a la prohibición explícita e implícita de renunciar a todo aquello que intente asemejarse a un dejo de libre albedrío, es decir la simple y llana capacidad de decir “esta boca es mía”.

Parte tres:

El títere enfrenta además que el poder conferido es espurio, es decir falso e ilegítimo, consecuencia de la clara demostración de fraude evidenciado por un conteo ciudadano veraz.

Tercer golpe, a quien ya convertido en títere, tiene prohibido existir.

Hacia afuera preside.

Hacia adentro no es nadie.

Hacia afuera detenta lo que no ganó.

Hacia dentro no es más que extensión de una malograda tramoya.

Hacia afuera decide.

Hacia adentro obedece.

En su persona pudo haber tenido nombre.

Hacia adentro bien sabe que no es más que un ello, un algo, un vago reflejo, la desrealización de incluso lo virtual.

Desdibujo, lápiz sin mano que le guíe. Tinta invisible, espacio reducido a nada.  Pretensión retórica creada por el lenguaje.

Fuera ya del terreno de la adjetivación el ser innombrable no es ya más que una síntesis, una descripción.

 

*Médico psiquiatra

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