Raúl Flores Martínez.

La inseguridad en Tabasco ha alcanzado niveles alarmantes, mientras que las autoridades y el gobierno parecen permanecer inactivos frente a una crisis que afecta gravemente la vida cotidiana de sus habitantes, una crisis que dejó la estrategia de” abrazos, no balazos”.

No es un secreto que los ciudadanos enfrentan robos, extorsiones y violencia sin una respuesta clara ni efectiva por parte del gobierno estatal, que ha fallado en su principal deber de garantizar la seguridad pública.

Tabasco, en otro tiempo conocido por su riqueza natural y hospitalidad, hoy se encuentra en una encrucijada en la que la delincuencia ha convertido a algunas de sus zonas en lugares inseguros para sus propios habitantes.

La ciudadanía vive con el temor de ser víctima de un delito, y esta percepción se ha visto respaldada por el aumento de crímenes violentos, incluyendo homicidios y secuestros, lo cual ha provocado una pérdida de confianza en el sistema de justicia.

El gobierno local ha prometido en repetidas ocasiones implementar estrategias de seguridad efectivas, pero la realidad muestra un abismo entre los anuncios oficiales y los resultados tangibles. La coordinación entre corporaciones de seguridad parece insuficiente, y las patrullas en zonas de alto riesgo son esporádicas o prácticamente inexistentes. La percepción general es que las autoridades están rebasadas o, peor aún, indiferentes a la creciente problemática.

La inseguridad en Tabasco no solo afecta la calidad de vida de sus habitantes, sino también la economía local. Negocios, en particular pequeños comercios, han tenido que cerrar sus puertas debido a extorsiones y robos, lo cual agrava el desempleo en la región y perpetúa un ciclo de pobreza e inseguridad. Las empresas que podrían invertir en el estado prefieren establecerse en zonas con mejores condiciones de seguridad, afectando la creación de empleos y el desarrollo económico.

Es imperativo que el gobierno de Tabasco actúe de inmediato para proteger a sus ciudadanos y recuperar la confianza de quienes hoy se sienten desamparados. Se requiere de un plan de seguridad integral, con estrategias de prevención del delito, un sistema judicial eficiente y medidas de apoyo social que brinden alternativas a la población vulnerable. La seguridad no puede seguir siendo una promesa incumplida.

La situación en Tabasco exige una respuesta responsable y decidida, también es una revisión y sobre todo dar a conocer quién es el culpable de esta ola de violencia en Tabasco y el país, un culpable que se resguardo en el anonimato, pero sigue moviendo a sus títeres desde las sombras.

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