Alejandro Rodríguez Cortés*.
Por si algo faltara en el galimatías del devenir mexicano, el impresentable Donald Trump ganó de calle las elecciones norteamericanas y será nuevamente presidente de los Estados Unidos.
Para decirlo con todas sus letras, Trump es -antes que nada- antimexicano, proteccionista, bully, racista, abusivo, machista y misógino. Por si algo faltara, es un delincuente confeso, condenado y convicto. Increíble.
Signo de los tiempos: nada de eso importa, si pudo articular una narrativa creíble y esperanzadora para quienes votaron por él, incluso para quienes tienen en sus venas esa sangre latina tan despreciada por quien ocupará por segunda ocasión la oficina oval de la Casa Blanca.
No sabemos si Trump cumplirá su amenaza de deportar a millones de mexicanos, lo que le ocasionaría un serio problema económico a su gestión. Tampoco si cancelará un tratado comercial que él mismo firmó y que implicaría patear a su principal socio comercial, o si a éste le aplicará aranceles impagables. Es incierto si de verdad reafirmará su simpatía por Vladimir Putin al grado de apoyarlo con su ruin invasión a Ucrania. ¿De qué forma intervendrá en el conflicto de Medio Oriente?
Todo eso lo veremos en los próximos años.
Pero en cuanto a nuestro país, las preguntas se multiplican exponencialmente: ¿de verdad cerrará la frontera? ¿Su interés se centrará en contener la migración y hará caso omiso a las voces de alerta en Washington sobre la ominosa reforma judicial mexicana? Total, si privilegiará al proteccionismo comercial qué más le daría que los mexicanos se autoinmolen con un sistema judicial poco creíble y sujeto a la voluntad del poder en turno.
¿Apoyará las controversias en curso de empresarios estadounidenses contra presuntas violaciones al acuerdo comercial aún vigente?
¿Adoptará una agenda de progreso y prosperidad compartida con su vecino sureño, alguna vez calificado como su patrio trasero? ¿O levantará su muro?
¿Acaso espera que el canciller Juan Ramón de la Fuente se pliegue rápida y vergonzosamente ante sus exigencias como el propio magnate se jactó de lo que hizo en su momento Marcelo Ebrard?
¿Enviará efectivos militares a combatir el narcotráfico en territorio ajeno? Y aunque no lo hiciera, ¿le regalará al populismo mexicano la narrativa de defender a México del invasor o la de culpar a Estados Unidos de lo malo que nos pase en adelante?
¿Cómo será su relación con Claudia Sheinbaum? No olvidemos los misóginos desplantes del güero en contra de la alemana Angela Merkel o la italiana Giorgia Meloni.
Por lo pronto, y según la versión de la propia mandataria mexicana -de suyo lamentable- simplemente la usó de mandadera para enviarle un saludo al expresidente Andrés Manuel López Obrador.
De entrada, parece que Donald Trump supone lo que muchos, aunque él debe saber más: el poder tras el trono en México sigue siendo el innombrable. Su amigo.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz