Y el premio gordo es para Octavio Romero

Rubén Cortés.

Pemex perdió 57 millones de pesos por hora, en los seis años que la dirigió Octavio Romero. Amigo íntimo de López Obrador, dejó un cataclismo en la economía nacional: las mayores pérdidas de la historia. Pero, de Pemex ayer, Romero pasó hoy a dirigir el Infonavit.

El premio a Romero es el blasón del estilo de gobierno de López Obrador, que también permeó parte de la sociedad, reacia a creer en el talento: “Nuestros funcionarios deben tener 90% de honestidad y 10% de experiencia. Ya para irnos entendiendo”.

Más todavía, Romero, el amigo del pueblo de López Obrador representó también en el sexenio pasado el nepotismo galopante insuflado por el expresidente, de quien se podrá decir todo, menos que no sea amigo de sus amigos.

Porque Romero creó una red de 11 familiares enchufados en la burocracia dorada del gobierno, cobrando 11.3 millones de pesos anuales, según la Plataforma Nacional de Transparencia, pronta a ser desaparecida por la actual presidenta.

Romero puso a cobrar en grande a sobrinos y primos bajo su mando en Pemex; colocó a su esposa, María Eugenia Lozano, como secretaria técnica del Consejo Nacional de Salud; y su hermana María del Carmen Romero Oropeza, como subdirectora del DIF nacional.

Después de poner a Pemex al borde la quiebra, y de incrustar a sus seres queridos en la nómina del gobierno, Romero ha sido premiado para que dirija el Infonavit, con una encomienda que no había tenido ningún director del Infonavit antes: construir casas.

Sí: la presidenta Sheinbaum ha encargado a Romero que excluya a las empresas constructoras especializadas e idee él, como cabeza del Infonavit, la manera de edificar un millón de viviendas. Y le dio 288 mil millones de pesos para que las construya.

Ajá: al mismo ingeniero agrónomo que, como estratega petrolero, perdió 57 millones de pesos por hora en los seis años que dirigió Pemex, la doctora Sheinbaum le puso en las manos 288 mil millones de pesos para que, ahora, la haga de arquitecto.

En esto, López Obrador sí tiene razón; no se necesita ni 10 por ciento de conocimientos para avizorar el futuro de esos 288 mil millones de pesos o del millón de viviendas: una, el dinero se va a perder; o, dos, las casas serán una chapuza.

Basta recordar que López Obrador gastó nueve mil 600 millones de pesos en repartirlos en los habitantes de Oaxaca, para que ellos mismos construyeran 141 caminos artesanales en sus municipios: los hicieron tan mal que el reciente huracán John destruyó el 85%.

Entonces es fácil prever lo que sucederá con el dinero y las viviendas de Romero.

Si es el mismo que perdió 57 millones por hora en Pemex.

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