Conoce la leyenda del xoloitzcuintle, el perro de la muerte

Cuenta una antigua leyenda que cuando una persona muere de forma natural, su esencia divina viaja al otro mundo y un perro lo acompaña en su viaje al Mictlán.

Sin embargo, este mito no específica si el can lo acompañaba desde el principio, se sabe que se mantenía cerca, de modo que cuando el difunto llegaba al río Chiconahuapan, observa del otro lado a perros de diversos colores y les pide ayuda para cruzar.

Los perros blancos dicen que no pueden porque están limpios y no quieren ensuciarse, los negros dicen que están sucios y no quieren ensuciar el agua del río. Sólo los perros de color bermejo se ofrecen para ayudar al difunto a cruzar el río, después el alma continúa su camino hasta llegar frente a Mictlantecutli, el dios de la muerte.

Para profundizar en esta leyenda, UNAM Global conversó con Raúl Valadez Azúa, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, quien además compartió detalles sobre estudios realizados en el ámbito antropológico.

El perro como símbolo de la muerte

Entre los aztecas se creía que el Universo se movía entre dos polos: negativo y positivo. Siempre eran dos extremos que estaban en continuo movimiento e intercambiando energía, es decir, tenían una continua interacción.

Lo que se moría era llevado al subsuelo o inframundo y se procesaba para permitir el desarrollo de la vida en las plantas. Todo esto conformaba un ciclo de vida.

En el caso del perro, se le consideraba un símbolo de muerte porque se alimentaba de materiales descompuestos. Incluso hoy, si tiene  oportunidad se come huesos y desechos de la basura. Su propia naturaleza le permite hacerlo.

Al comerse los desechos ayudaba a que éstos pasaran al Mictlán, y así los restos eran devueltos para favorecer a la tierra. Por eso, el perro vivía entre dos mundos: la vida y la muerte. Este ciclo era un designio de los dioses que había que respetar, adaptarse y beneficiarse de ellos.

Acerca de la leyenda mexica

Este relato es originario de la cultura Mexica. Según la tradición, cuando alguien moría, debía ser sepultado junto a un perro de tonalidad café, que lo asistiría en su travesía al inframundo.

Las primeras investigaciones carecían de información amplia sobre los restos de canes encontrados en tumbas prehispánicas. Con los limitados datos con los que contaban, los estudiosos asumieron que se trataba de los perros pelones, es decir, el xoloitzcuintle, ya que era reconocido como una raza genuinamente mexicana.

Fue a inicios del siglo pasado, con el auge del movimiento nacionalista, que varios artistas comenzaron a adoptar al xoloitzcuintle como emblema mexicano, elevando a esta raza a un sitial destacado dentro de la tradición del país.

Los primeros estudios arqueológicos

Hace alrededor de 40 años, investigaciones arqueológicas confirmaron la veracidad de la leyenda que Bernardino de Sahagún relató en su momento. No obstante, se destacaron ciertos puntos de interés. Por ejemplo, no solo se utilizaban los perros pelones en los entierros, sino que el color del animal (preferentemente bermejo o café) era el factor determinante. En las excavaciones se han hallado ejemplares de distintas razas.

Una tradición del antiguo México

Durante la década de los 80, en una sepultura ubicada en Tula, Hidalgo, se descubrieron restos de aproximadamente 30 canes, tanto adultos como crías. En este lugar se identificaron tres razas: el xoloitzcuintle; el tlalchichi, denominado perritos de piso debido a sus patas cortas y cabeza robusta; y perros de características comunes.

Estudios recientes han evidenciado entierros humanos que datan de unos 2200 a 2300 años de antigüedad, acompañados de canes. En México, se halló el entierro múltiple más antiguo, de unos 2500 años de antigüedad, con una ofrenda de guajolotes y un perro. El análisis del animal reveló que, tras ser sacrificado, fue desollado, descuartizado y cocido. Luego de su consumo, los huesos fueron reensamblados para formar el esqueleto y se dispuso junto al difunto.

Esta práctica nació en el antiguo México y se propagó por Mesoamérica con variantes locales, aunque con el tiempo algunas tradiciones se extinguieron. Durante el periodo teotihuacano, esta costumbre desapareció, pero tras la caída de ese imperio, resurgió y cobró arraigo nuevamente.

Una tradición que ha perdurado hasta nuestros días

La tradición de enterrar humanos junto a canes persistió, pero con la llegada de los españoles, fue prohibida. No obstante, estaba tan enraizada que se siguió practicando en secreto.

Se menciona en relatos coloniales que, en algunos entierros, se acompañaba al difunto con figurillas de perros, hechas de barro o tejidas. Al ser cuestionados por clérigos españoles, los indígenas argumentaban que eran recuerdos vinculados al oficio del fallecido, ya fuera la alfarería o la cestería, y los sacerdotes terminaban por aceptar la explicación.

A lo largo de los años, esta costumbre perduró, y fue en el siglo XX cuando pudo manifestarse con mayor libertad. En muchas familias es común que una mujer mayor narre la historia del xoloitzcuintle, y aunque se mezclan con creencias judeocristianas, la tradición persiste.

El rol del perro en la sociedad

La especie homo sapiens tiene aproximadamente 50 mil años, y desde entonces los lobos empezaron a separarse del resto para transformarse en una variación de lobo que poco a poco se adaptó al espacio humano para buscar sus beneficios: alimentos y calor.

El primer registro paleontológico de un perro (en toda la extensión de la palabra, con su ADN) tiene una edad aproximada de 33 mil años, pero hace 20 mil años fue cuando se integraron con los grupos humanos para cazar.

El perro acompaña al humano desde antes que aparecieran las primeras civilizaciones, la escritura y el mundo tal y como lo conocemos. Sin embargo, los perros siempre han estado con los humanos. Entender el papel de un perro en la sociedad, es entender a la sociedad y sus valores.

 

UNAM Global

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