Una Piedra sobre piedra en CNDH

Rubén Cortés.

Convirtió en piedra a la CNDH: es grotesca la metáfora de la gestión de Rosario Piedra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Sus expedientes dicen “falta de elementos de prueba”, “sin materia” o “concluidos durante el trámite”.

Para Piedra, en su gestión los ciudadanos no son víctimas de ninguna fuerza del Estado, aun cuando su labor en la CNDH coincidió con el registro de 43 matanzas al mes durante del mandato de López Obrador. Pero el gobierno la va a reelegir en el cargo.

Hizo prácticamente nada para defender a los mexicanos de violaciones a sus derechos elementales. Ah, pero eso, sí: que bien come la compañera Piedra. Puros cortes de carnes de calidad tipo Certified Angus Beef©, Ribeye, New York, T-bone, Porterhouse.

Cuando un grupo de activistas entró a su oficina, descubrió y grabó que Rosario Piedra tiene en el comedor de su oficina, un frigorífico mejor dotado que cualquier restaurante de lujo, lo cual le permite mantener la fachada de vivir en la justa medianía.

Es la norma en la 4T: que los funcionarios parezcan modestos a los ojos de la ciudadanía y no salgan a comer a lugares públicos; y, si comen fuera, que sea en fondas humildes, como hacía López Obrador para aparentar en fotografías ser hombre sencillo.

Pero es un disimulo. Casi no se les ve en restaurantes caros. Pero, a escondidas, tragan más que Eresictón, el rey que se devoró a sí mismo. Por ejemplo, como secretario de Turismo, Miguel Torruco también tenía muy bien provisto el frigorífico de su oficina.

Torruco gastaba 1.6 millones de pesos en comer en su oficina callo de hacha, camarón seco, filete de huachinango, chicharrón, agujas de res, ala de pollo, cecina, chambarete con hueso, molida de ternera, hueso con tuétano, medallones de res y pechuga.

La gente pagaba a 60 pesos el kilo de huevo, pero Torruco comía queso azul de 606 pesos el kilo, quesos de cabra, pecorino, asadero, chihuahua, cotija, cottage, manchego. Y después iba a la Mañanera a regalarle al presidente fotos rodeado de gente pobre.

Vamos, el propio López Obrador, gastaba 670 mil pesos en la contratación del servicio de florería para mantener sus aposentos lleno de orquídeas, y 3.7 millones para vallar su residencia en Palacio Nacional, que también lo fue del conquistador Hernán Cortés.

El rezo en la 4T es “ay, Dios, haz que parezca pobre”. Como la foto de Luisa María Alcalde y Zoé Robledo comiendo en una fonda. Pero los Alcalde Luján controlan la burocracia estatal. Y Robledo compra de medicamentos siete veces por encima del valor real.

Más que políticos, lo que gobierna en México hoy es un grupo de buenos actores. Salidos con la suya.

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