Marissa Rivera

Marissa Rivera.

Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum rindió protesta mandó un mensaje muy claro.
Ninguna mención al diálogo, ninguna palabra de reconciliación, ningún mensaje de aliento a los millones de mexicanos que no votaron por ella.
Incluso ya dijo que ella no tiene porque hablar con la oposición, que para eso está la secretaria de gobernación.
Que ella solo habla con el pueblo. Pero ¿cuál pueblo? Los casi 36 millones que votaron por ella de los más de 98 millones de ciudadanos posibles.
Porque en sus primeros 30 días como presidenta, senadores y diputados afines se han encargado de ufanarse de esos 36 millones de votos que le dieron el triunfo a la 4T.
No hay una discusión en la que no se acaloren, lo cual es normal, pero en cuanto se acaban los argumentos, que es muy rápido, vienen las agresiones, las acusaciones y las burlas.
Y el único mensaje que envían es que van a gobernar para sus votantes.
A la oposición ni la ven ni la escuchan, es más la atropellan y la ningunean.
¿Para eso querían el poder? ¿Para eso manipularon la sobrerrepresentación? ¿Para eso se empeñaron en lograr a costa de lo que fuera la mayoría calificada en ambas cámaras?
Para avasallarlos, para violentar los procesos legislativos y judiciales con tal de hacer lo que les plazca.
La inseguridad no cesa, al contrario, aumenta y no hay un manotazo en la mesa para los criminales. La violencia está imparable en muchas entidades del país.
Lo que el expresidente no pudo, someter al poder judicial, lo están haciendo de la manera más burda, desaseada.
Que el resguardo de los derechos de los justiciables lo decida la voluntad de las mayorías que impondrán a jueces, magistrados y ministros morenistas.
La reforma la hicieron a prisa sin detenerse ni en la técnica legislativa ni mucho menos ajustarlos a su relación con otros artículos de la Constitución.

Tan mal hecha está que repitieron párrafos y ya lo reconocieron. Harán los cambios, tienes los votos necesarios.
Pero a ellos no les importan los procesos, no les importa pisotear a las instituciones, solo les importa el control total.
Y qué han hecho con ese control total en beneficio de las familias mexicanas.
Más allá de tenerlos cautivos y amenazados con los programas sociales ¿qué más?
Hace dos días, ocho de los 11 ministros que durante años enfrentaron el escarnio del presidente en turno decidieron presentar sus renuncias atendiendo los plazos de la impugnadísima reforma judicial, porque para ellos, la ley es la ley y mientras no sea revocada, las reglas son vigentes y solo hay dos caminos o se cumple o se violenta.
Uno de esos ocho, el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá presentó su proyecto para invalidar parcialmente, la reforma judicial, porque el proceso electoral del 2025 no ofrece ninguna garantía.
Este proyecto sobre una de las varias acciones de inconstitucionalidad que presentaron diversos actores, en la que el ministro propone que solo los 11 ministros de la Corte sean electos por el voto popular se discutirá a partir del 5 de noviembre.
La crisis constitucional que vivimos podría tener una solución, que la presidenta permita que la razón esté por encima del sometimiento y el agandalle.
Que el dialogo venza al encono.
Lamentablemente eso no pasará, al contrario, la crisis será más grave.
Porque la resolución del máximo tribunal constitucional de México también la conocemos, con 8 votos a favor le darán la razón al ministro ponente para invalidar la reforma judicial.
Y frente a una crisis de tal magnitud, entonces, sabremos si la clase política que tenemos es la clase política que México merece.

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