Si la ley no gusta… ¡cambiémosla!    

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

¿Recuerdan cuando hace no mucho el entonces presidente de México pidió que no le vinieran a él con el cuento de que “la ley es la ley”?

Si algunos pensaron que era una ocurrencia más del populista deschavetado, otros que eso podría ser pasajero -si se le puede llamara así a un interminable sexenio- y que la moderación llegaría en cuanto el mandatario se fuera a su rancho chiapaneco, es obvio que todos se equivocaron.

A la ratificación de la necedad que significa llevar adelante las reformas planteadas en el llamado Plan C obradorista, siguió algo aun más pernicioso promovido por la supuestamente científica y más racional Claudia Sheinbaum: si el aún autónomo Poder Judicial se interpone para detener el despropósito, pues hay que cambiar la ley y hacerla retroactiva para que se aplique aún en controversias jurídicas ya iniciadas.

Es muy fácil explicarlo, y entenderlo lleva a la incredulidad: el gobierno desacata un mandato judicial que ordena revisar los cambios constitucionales, y acto seguido ese mismo gobierno promueve una nueva modificación a la Carta Magna para impedirle a la Suprema Corte hacer su trabajo y -peor aún- hacer retroactivo este último recurso.

Lo anterior no hace sino acelerar el camino que hemos advertido desde hace años, y que es un sendero ya muy corto hacia la dictadura. ¿O cómo podemos llamarle a un sistema donde el titular del poder ejecutivo, y en este caso su sombra tras el trono, toma decisiones de política pública, legisla e imparte justicia al mismo tiempo?

Nada parece detener la borrachera de poder de un movimiento que si no gana arrebata, y cuando lo hace ni siquiera voltea a ver a por lo menos un 40 por ciento de mexicanos que sufragaron en contra de esta locura.

  • ¿Cómo está?, le preguntó una periodista al ministro de la Corte Javier Laynez.
  • Mal, muchas gracias, contestó el togado.

Creo que así nos sentimos más de 20 millones que este año tratamos infructuosamente de detener la avalancha que se nos vino encima.  Y así se debieran sentir otros 40 millones a quienes simplemente les valió madre y no salieron a votar el pasado 2 de junio.

A ellos también: ¡a disfrutar lo no votado!

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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