Por. Rubén Cortés
El nuevo régimen que dejó establecido López Obrador es, en lo económico, una oligarquía en la que pocos empresarios reciben la obra pública: Slim, Larrea, Rincón, Chávez, Hank. Igual que hace, en Rusia, Putin con Abramovich, Usmanov, Aven y Fridman.
Quedó claro durante la pandemia, cuando López Obrador hundió a pequeños y medianos empresarios: “Si una empresa quiebra, que sea el dueño quien asuma la responsabilidad; si van a quebrar que quiebren”. Y, por supuesto, quebraron.
La semana pasada, la actual presidenta dijo lo contrario: “Hay que apoyar al pequeño y mediano empresario; el grande tiene sus propias condiciones y no es necesario apoyarlo”. Pero al día siguiente se reunió con Slim, el más rico de México, y quien más obra pública recibe.
La atención con Slim coincidió con una conclusión de los ganadores del Premio Nobel de Economía 2024, los cuales argumentaron que, el éxito de Slim, no se basa en competencia e innovación, sino en contratos exclusivos que frenan el crecimiento de otros emprendedores.
Y es cierto, Slim fue el oligarca de López Obrador, al igual que Oleg Deripaska es el de Putin, en Rusia; y Alex Saab, el de Nicolás Maduro, en Venezuela. Así funciona la economía de los sistemas políticos como el instalado ya en México: pocos para uno, y uno para pocos. Es así: ni modo.
Gracias al sistema oligárquico, Slim regresó en el sexenio pasado al primer lugar de los más ricos de América Latina, en buena medida porque el “comericos” López Obrador le dio al rico Slim casi toda la obra del Tren Maya, que le reportó a Slim 150 mil millones de ingresos.
Con López Obrador, a los oligarcas les fue mejor que nunca en México: según el ranking de Bloomberg, los Slim, Larrea, Rincón, Chávez y Hank se volvieron son más ricos que nunca y su riqueza se duplicó, en comparación con el resto de los empresarios latinoamericanos del escalafón.
Porque López Obrador convirtió a Morena es símil de Rusia Unida, el partido de Putin: un instrumento político hecho exclusivamente para conservar el poder hegemónico, sin ideología de izquierda o derecha, conservador, etnicista, nacionalista, estatista y, sobre todo, obradorista.
Por eso López Obrador mató a las pequeñas y medianas empresas, después de que estas habían florecido en el gobierno de Peña Nieto: con López Obrador se crearon tres mil 344 medianas empresas contra siete mil 148 con Peña Nieto: es decir, 53 por ciento menos.
El bajo desempeño en la creación de medianas empresas con López Obrador obedeció a falta de programas federales, mientras que Peña Nieto desplegó un fuerte esquema de formalización, proyectos en negocios chicos para integrarlos a la economía formal.
Eso es México hoy: una oligarquía.