Rubén Cortés.
López Obrador destruyó el sistema político que rigió de 2000-24 gastándose casi todo el erario, sin revisión de algún organismo del Estado o la sociedad: así impuso una autocracia legal y punitiva. Sólo en becas, gastó 45 mil millones sin criterio alguno.
Según Coneval (y eso que Coneval no tiene autonomía porque López obrador se le quitó en 2019) el expresidente otorgó más de 45 mil 400 millones de pesos en programas sociales, sin aprobación de indicadores ni metodología oficial para hacerlo.
Pero López Obrador hizo lo que le dio la gana, autorizado por el Congreso que, en 2019, le otorgó una partida secreta como la que él criticó a Salinas: sólo que él la legalizó, pues tuvo al Congreso más controlado que Salinas en la presidencia imperial.
La Ley de Austeridad le permitió usar el Presupuesto en lo que quisiera. Y también del dinero de los ciudadanos, por la Ley de Extinción de Dominio, que permite disponer de los recursos de personas acusadas, sin esperar veredicto judicial.
Y ambas leyes se mantienen en el actual gobierno. Con ellas, López Obrador arrasó con 350 mil millones del Fondo de Estabilización Presupuestal y 68 mil 400 millones había en 109 fideicomisos que canceló, y habían sido creados desde el 2000.
Agarró el erario como una piñata: al Banco del Bienestar le robaron 137 millones, pero pagaba mil 300 millones en seguridad. Peor: los Cajeros del Bienestar le agandallaron 117.17 millones a los usuarios, que intentaron retirar fondos y las maquinas jamás se los dieron.
López Obrador encargó construir miles de sucursales del Banco del Bienestar. Pero no se levantaba todavía una pared, cuando, sin licitación alguna, ya habían sido comprados dos mil 700 cajeros a China, en 854 millones de pesos.
Y el Tribunal Federal de Justicia Administrativa, descubrió que gerentes y funcionarios del Banco del Bienestar hurtaban dinero a los adultos mayores, previo robo de la clave y contraseña, para acceder al sistema de caja del banco.
Los empleados retiraban desde 500 hasta 120 mil pesos a los adultos mayores, en robos hormiga, aunque devolvían una parte del dinero para confundir a los usuarios, y que el robo pasara desapercibido. Esto durante años, si el cliente afectado no presentaba una queja.
Fue el gobierno de los subejercicios: un eufemismo burocrático para referirse al dinero del Presupuesto que no se gasta. Así, seis millones de niños quedaron sin vacunas, aunque el Congreso aprobó cinco mil 245 millones para vacunas.
Igual con el dinero aprobado para las carreteras: el pasado Día del Ejército, el expresidente admitió que canceló el Programa Nacional de Mantenimiento Carretero: y eran 11 mil millones para reparar 42 mil kilómetros de autopistas federales.
Una francachela.