Han Kang, Premio Nobel de Literatura 2024. La fragilidad humana, el trauma histórico y la memoria viva

Boris Berenzon Gorn

Boris Berenzon Gorn.

Han Kang ha emergido como una voz poderosa que desentraña la fragilidad humana y el trauma colectivo de la existencia. El pasado jueves 10 de octubre de 2024, la Academia Sueca anunció a la escritora surcoreana como la ganadora del Premio Nobel de Literatura, destacando su “intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”. Este galardón la convierte en la primera mujer asiática en recibir dicho reconocimiento, un logro que, aunque celebrado, también destapó las descalificaciones y prejuicios que han acompañado su carrera. A pesar de esto, su obra ha consolidado un lugar único en la prosa contemporánea, explorando el sufrimiento, la memoria y las intrincadas conexiones entre el cuerpo y el alma.

La descalificación inicial. El prejuicio viste de glamour. Uno de los primeros síntomas que llamó mi atención sobre la recepción pública de Han Kang fue la tendencia a descalificar su obra antes de siquiera acercarse a ella. En lugar de leer y comprender su profundidad, muchos optaban por el rechazo, amparados en un prejuicio que prefería el glamour literario más convencional y predecible. Memes, sarcasmos e incluso injurias se convirtieron en armas de aquellos que no lograban ver más allá de su estilo experimental y su particular enfoque en el dolor humano. Este fenómeno no es nuevo en el ámbito literario, pero en el caso de Han Kang, parece haberse intensificado debido a su contexto cultural y su enfoque en el sufrimiento tanto físico como psíquico.  ¿Será es una forma de responder a los temas que aborda?  El desconocimiento ante una obra que desafía las normas literarias suele generar una resistencia automática. La crítica, lejos de ser fruto de un análisis profundo, nace de prejuicios que buscan minimizar lo diferente. En palabras de la autora: “El dolor, aunque se muestre, es difícil de comprender si no se experimenta”. Esta distancia entre la experiencia del lector y la vivencia del sufrimiento es lo que alimentó parte de la resistencia inicial hacia su trabajo.

El sufrimiento. Un vínculo entre el cuerpo y la psique. Uno de los temas centrales en la poco que he leído de la obra de Han Kang es el sufrimiento humano, que no se limita al ámbito psicológico, sino que se manifiesta en el cuerpo. En su prosa, el cuerpo es el escenario donde los dolores de la psique encuentran expresión, y la fragilidad de la vida se convierte en el telón de fondo de sus relatos. La Academia Sueca subrayó que Kang “tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos”, lo que la sitúa como una autora que no rehúye los temas más sombríos de la existencia humana.

Para Han Kang, la muerte no es solo un final, sino una presencia constante en la vida de los vivos. Sus personajes, cargados de traumas tanto individuales como colectivos, enfrentan el duelo por la pérdida de los suyos, lo que la lleva a reflexionar: todos morimos poco a poco cuando se van los nuestros. En este sentido, su obra dialoga con las pulsiones descritas por Sigmund Freud en su paradigmático malestar en la cultura, donde el ser humano está desgarrado entre las fuerzas de la vida y la muerte, entre Eros y Tánatos. En sus narraciones, la tiranía, el poder y lo salvaje están siempre presentes, y Kang no teme mostrar el precio que pagamos por la civilización y la coexistencia. Los otros muchos malestares de la cultura se asoman. Ahora en el oriente.

La vegetariana. El cuerpo como espacio de lucha. Un claro ejemplo de cómo Kang enfrenta estos temas es su novela La vegetariana (2007), donde narra la historia de una mujer que, tras un sueño perturbador, decide dejar de comer carne como un acto de resistencia frente a la violencia inherente a la existencia humana. Este aparente gesto inofensivo desencadena consecuencias devastadoras en su vida familiar y social, llevándola a un distanciamiento radical no solo de los demás, sino de su propio cuerpo.

En esta obra, Han Kang convierte al cuerpo de la protagonista en el campo de batalla de las luchas más profundas: la protagonista no solo rechaza el consumo de carne, sino también la violencia, el poder y el control ejercidos sobre su vida. “La carne es parte de mí, y sin embargo me ha sido quitada por completo”, dice uno de los personajes, una frase que refleja la constante lucha entre el deseo de pureza y la crudeza de la realidad humana. La vegetariana se transforma en una poderosa metáfora sobre la autonomía, la resistencia y la imposibilidad de escapar del sufrimiento que conlleva vivir en sociedad. La protagonista, al rechazar la carne, busca un ideal de pureza, pero se enfrenta a la brutal realidad de que el poder y la violencia son inescapables.

La memoria como proceso dinámico. La exploración del trauma y la memoria en la obra de Han Kang puede conectarse profundamente con las ideas del filósofo francés Paul Ricoeur, quien argumentaba que “la memoria no es un archivo estático, sino un proceso dinámico de reconstrucción y reinterpretación del pasado”. Este enfoque se manifiesta en las narrativas de Kang, donde la memoria no es una simple repetición de sucesos, sino un proceso en el que el pasado se reinterpreta a través del prisma del dolor, el trauma y la supervivencia.

Trauma colectivo y memoria viva. Actos humanos (2014) es un ejemplo perfecto de esta dinámica de la memoria. La novela se inspira en el levantamiento democrático que tuvo lugar en Gwangju, Corea, en 1980, cuando el ejército surcoreano masacró a cientos de estudiantes y civiles. Han Kang, que creció en esa ciudad, utiliza este hecho histórico para narrar la historia de un niño que muere en la masacre, y a partir de su muerte, teje las vidas de los habitantes de Gwangju y su lucha frente al trauma colectivo.

El libro no solo muestra los horrores del pasado, sino que es una exploración profunda del papel de la memoria histórica y cómo los traumas de una generación se inscriben en el cuerpo y el “alma” de los sobrevivientes. A través de una prosa desgarradora y poética, Han Kang nos enfrenta al dolor humano en su forma más cruda, pero también nos recuerda la importancia de la memoria, no solo como un acto de resistencia contra el olvido, sino como una vía para trascender el sufrimiento. La masacre de Gwangju no es solo un episodio histórico en la obra de Han Kang, sino una herida abierta en la memoria colectiva de Corea del Sur. Con Actos humanos, Kang se adentra en la literatura testimonial, explorando cómo el trauma se mantiene vivo a lo largo de las generaciones y cómo la memoria permite que el pasado siga dialogando con el presente.

La literatura como espacio de dolor y memoria. Han Kang, con su Nobel de Literatura, ha logrado exponer la fragilidad humana, explorar los traumas históricos y desentrañar las complejas relaciones entre cuerpo, alma y memoria. Su escritura no es solo un testimonio del dolor, sino una invitación a reflexionar sobre el papel de la memoria en la reconstrucción de nuestra humanidad. Como ella misma ha dicho: “La memoria es lo que queda cuando todo lo demás ha desaparecido”.

Su obra se erige como un punto de inflexión en la literatura contemporánea, donde el sufrimiento y la fragilidad se convierten en rastros de un éxodo permanente hacia una existencia compartida. Han Kang nos recuerda que, aunque vulnerables, es precisamente esa fragilidad la que da sentido y valor a la vida, haciéndola digna de ser vivida y recordada. ¿Acaso nos permitiremos, en ocasiones, un final verdadero y por ello coherente?

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